II-EL ESTADO HIPNÓTICO
II- EL ESTADO HIPNÓTICO
Generalidades:
Son completamente erróneas las suposiciones, todavía corrientes, de que el sujeto hipnotizado está necesariamente en un estado de sueño, o que el estado hipnótico constituye una anomalía del comportamiento humano, que se presenta exclusivamente en el consultorio del terapeuta, el laboratorio del experimentador o en otras circunstancias poco habituales, donde se le induce por medio de un curioso ritual que no tiene paralelo alguno en la vida cotidiana.
Contrariamente a estas creencias populares, el “sueño” no es más que uno de los numerosos “fenómenos” que pueden tener lugar en el estado hipnótico; el estado hipnótico no solamente es “normal”, sino también de aparición muy frecuente; y la inducción hipnótica se efectúa en forma “espontánea” e inadvertida tan corrientemente que todos solemos ser “hipnotizadores” o “hipnotizados” (o hipnotizadores e hipnotizados a la vez) en el transcurso de nuestras relaciones diarias con otras personas.
Aún más, el hipnotismo constituye uno de los elementos básicos en el proceso de la vida psíquica, desempeñando un papel de suma importancia para el mantenimiento de la salud física y psicológica desde los primeros momentos de la vida extra-uterina.
El hipnotismo constituye un proceso psicológico complejo , cuya descripción debe comprender no solamente los “fenómenos hipnóticos” sino también otros aspectos, como ser: las relaciones hipnóticas primarias del niño con su madre o sustitutos maternos, el significado de la profundidad del estado hipnótico, los atributos del estado hipnótico, las relaciones hipnóticas de la vida diaria, la inducción hipnótica, la curación de enfermedades por medio del hipnotismo, etc. Todos estos temas están tan entrelazados que ninguno de ellos puede ser abordado aisladamente de los restantes.
Si se quiere situar el estado hipnótico dentro de la nomenclatura corriente de los procesos psicológicos, se le debe comprender como una reacción emocional de intensidad aumentada, que tiene dos modalidades básicas.
Una modalidad es ilustrada típicamente por las inducciones realizadas por Charcot, dando un golpe fuerte y súbito de gong detrás de la cabeza de un sujeto totalmente desprevenido, o haciendo explotar un paquete de pólvora de algodón en su proximidad. El sujeto, intensamente alarmado, solía desarrollar inmediatamente el estado hipnótico.
Algo semejante ocurría en las sesiones colectivas de hipnosis de Mesmer, donde según declaró el Abate Faría en 1819, la reacción de los pacientes con “crisis” no resultaba de modo alguno de un “magnetismo animal”, sino del temor pánico que se apoderaba de dichas personas.
Ambos ejemplos se refieren al estado hipnótico que llamamos de modalidad alteradora o “negativa”. El sujeto reacciona con una intensa excitación, con matices psicológicos principalmente de temor, con tensión y actividad muscular, y con un conjunto de cambios viscerales, tales como la aceleración del pulso, la aceleración de la respiración, etc., constituyendo una reacción “ergotropa”.
La otra modalidad de estado hipnótico fue utilizada inicialmente por Liebault y Bernheim, siendo la que se emplea fundamentalmente en el día de hoy para fines terapéuticos. Liebault y Bernheim se aproximaban al sujeto con una actitud tranquilizadora y reconfortante, haciéndolo sentar cómodamente y diciéndole con voz suave, persuasiva y arrulladora que se pusiera cómodo, que ablandara su cuerpo, etc.
Con este proceder. El sujeto desarrolla un estado hipnótico de modalidad estabilizadora o “positiva”, con matices psicológicos principalmente de tranquilización, con relajación muscular, y con cambios orgánicos que determinan la regularización de las funciones viscerales y la restitución de energías, es decir, con una reacción orgánica “trofotropa”.
Ha de hacerse notar que existe una muy limitada categoría de individuos, los llamados “hipnófilos”, quienes pueden colocar a su organismo en el mismo estado que habitualmente acompaña la estimulación emocional alteradora o estabilizadora, pero haciéndolo “en frío”, es decir, sin la experiencia psicológica de emoción. Son tales algunos individuos que se prestan repetidamente como sujetos para demostraciones de hipnotismo, fakires, etc.
Con esto, el misterio del hipnotismo viene a ser el misterio de nuestras reacciones emocionales, y la ciencia del hipnotismo se convierte en el estudio del comportamiento humano o animal en las reacciones emocionales que alcanzan considerable intensidad.
Interpretado así, como un estado emocional de intensidad aumentada, el estado hipnótico más primitivo y simple puede ser identificado como el peculiar estado emocional que sobreviene en el niño al recibir las caricias y los arrullos de sus padres cuando él los necesita (“estado hipnótico positivo”) o el estado emocional que experimenta un niño ante la actitud severa y autoritaria de sus progenitores (“estado hipnótico negativo”) (1). Un cambio en la actitud de los padres de “cariñosa” a “severa” o viceversa, produce con suma facilidad el pasaje de una modalidad del estado hipnótico a otra (2).
Claro está que las caricias discordantes con las necesidades como en los casos de sobre-protección, no inducen el estado hipnótico, sino pueden tener un efecto irritante o nulo.
En las diferentes etapas del desarrollo del individuo, el estado hipnótico varía en cuanto a significación, profundidad y efectos sobre el organismo.
Importancia de las Relaciones Hipnóticas en la Infancia
Las experiencias hipnóticas de la primera infancia tienen una enorme significación para la supervivencia, el desarrollo, la educación y la formación de la personalidad del individuo.
Es bien sabido que los niños entran fácil y rápidamente en el estado hipnótico. El único requisito es que se sepa ganar su confianza. Por esto se aconseja a los novicios comenzar su aprendizaje de inducción hipnótica con niños.
Se ha comprobado, además, que las “técnicas”* de inducción hipnótica son muy semejantes a los procedimientos que las madres emplean normalmente para “tranquilizar”, “acariciar” o “arrullar” a sus hijos.
(*Nos referimos aquí a los procedimientos naturales de inducción hipnótica. En cuanto a los “pases”, las luces brillantes, las varas de hierro, las miradas fijas, etc., éstos serán tratados en el Capítulo IV, Inducción del Estado Hipnótico, como efectos de pre-sugestiones dependientes del procedimiento natural.)
Entre otros autores, H. Rosen (3) ha señalado que en la inducción hipnótica las cadencias y la modulación de la voz del terapeuta “duplican el tono y la manera de un padre cariñoso, quien gustosamente lee cuentos de hadas a un niño de tres años de edad...”; Ambrose (4) ha indicado los elementos de inducción hipnótica que están presentes en las canciones de cuna, los cuentos infantiles y las palabras tranquilizadoras de las madres; LeCron y Bordeaux (5) han afirmado que la madre hipnotiza a su hijo cuando lo arrulla cantándoles suavemente y acunándolo e sus brazos; y Ferenczi (6) ha sido el primero en describir el “hipnotismo materno”, derivado de una actitud autoritaria. No se trata de una semejanza superficial, como podría pensarse, sino de una total equivalencia.
Los autores han hecho un experimento en base a este punto con niños particularmente pequeños (7).
Elegimos de una Policlínica un grupo de niños, física y psicológicamente sanos, de 25 a 37 meses de edad: el nivel de edad más bajo en que los encontramos capaces de comprender lo que queríamos decirles.
Comenzamos haciendo varias visitas al ambiente familiar de cada uno de los seleccionados con el propósito de observar todos los matices del trato cariñoso que la madre y los demás componentes del hogar proporcionaban al niño al alimentarlo, vestirlo, bañarlo, arrullarlo, etc., y a la vez, para obtener la confianza del pequeño.
Logrado esto, la madre nos traía al chico al consultorio a “visitarnos”, como si lo hubiera llevado a visitar a un viejo y buen familiar. En un momento oportuno dirigíamos al niño a un sillón acogedor e intentábamos imitar el trato cariñoso de la madre lo más exactamente posible, repitiendo sus diminutivos, sus palabras de elogio, y los cuentos sencillos que le habíamos oído contar. Hablábamos con una voz suavemente modulada, a veces acariciando al niño. Al mismo tiempo intercalábamos “sugestiones”, diciendo, por ejemplo: “te estás poniendo blandito..., blandito...; tus manos, tus piececitos...se están poniendo bien blanditos..., estás como en un bañito tibio...y lo encuentras lindo..., calientito...y estás bien blandito..., blandito...; tu cuello..., tus manos...,todo está blandito...me haces caso sólo a mí..., no le haces caso a nada más..., sólo a mí....Tus ojitos se están poniendo pesados...pesados...y se quieren cerrar...ciérralos....Tú estás tranquilito y contento...Pronto..., muy pronto..., tú vas a ver algo... Vas a ver un árbol... con una manzana grande y roja... como en tu libro de cuentos... la manzana va a tener ojitos..., naricita..., boquita... y orejitas... todos colorados..., y te va a sonreír... y tú vas a sonreírle a ella...”
En un lapso de 4 a 35 minutos, vimos a los niños ablandarse, quedar quietos, dejar caer sus párpados y mostrar una expresión facial particularmente plácida.
Es obvio que para provocar los “fenómenos de comportamiento” que se consideran característicos del estado hipnótico, hay que vencer una dificultad: la de hacer que los niños comprendan lo que queremos de ellos. Logrado esto, los “fenómenos” se obtienen como en cualquier otro hipnotizado.
Tres de nuestros niños sonrieron con sus ojos cerrados a la manzana grande y roja que les describíamos; dos niños obedecieron cuando se les indicó que levantaran una mano mientras seguía “durmiendo”; una niña de treinta y siete meses de edad concentró su atención sobre nosotros e forma tal y se abstrajo e forma tan marcada de los ruidos del mundo exterior, que obedecía las órdenes apenas audibles susurradas por nosotros, pero parecía no darse cuenta cuando varias personas, incluyendo su madre, entraron en la pieza y le hablaron en voz alta, de acuerdo con instrucciones dadas previamente. Siguiendo u procedimiento ideado por Erickson y Erickson (8), logramos que el brazo de un niño se pusiese rígido, rodeando a éste, con ausencia de movimientos voluntarios e insensibilidad para el cansancio (catalepsia) y quedase en la misma posición durante largo tiempo hasta que se le dijo que lo moviera.
El mismo método de inducción hipnótica que imita el proceder materno, aplicado a niños mayores, nos ha permitido obtener fenómenos más complejos, haciendo uso de la capacidad más desarrollada de estos niños para la expresión verbal de sus fantasías y sus experiencias subjetivas. (Para los niños de 6-9 años se utiliza también el hipnotismo de tipo “paterno”, es decir “autoritario”).
Basta observar la relación materno-infantil para percibir que la madre da sugestiones al niño contiguamente. Es de observación corriente que cuando un niño ha caído y se ha lastimado y viene llorando a la madre, ésta lo acaricia, y frota, o besa, o sopla sobre la región dolorida, sugiriendo que el dolor va a pasar, y el niño pronto deja de percibir el dolor y sigue jugando. La anestesia que se logra es la misma anestesia hipnótica.
Hasta ahora, nos hemos estado refiriendo a los niños que ya han adquirido el entendimiento de la palabra hablada. Pero es obvio que la madre procede en igual forma mucho antes de que el niño llegue a esta etapa de su desarrollo, más precisamente, desde el día en que el niño nace, expresándose por medio de la entonación de su voz, sus movimientos, sus gestos, etc., una actitud comprensiva, reconfortante y aceptadora. Al hacerlo proporciona al niño numerosísimas oportunidades para establecer condicionamientos (9) y asociaciones para el peculiar estado emocional que experimenta a causa de esta actitud, que le permitirán reinstalar el mismo estado en el futuro.
Los parientes u otros sustitutos maternos, lo mismo que el experimentador puede aplicar el procedimiento de la madre y hacer uso de los condicionamientos y asociaciones que ella ha creado en el bebé. Gerard (10) indica que un lactante se apaciguará casi al instante cuando es levantado, acariciado y arrullado por una mujer maternal, aunque ella sea una extraña para él. Esto es comprensible, porque muchos elementos en el sistema de condicionamiento son universales: la entonación suave, la cadencia de la voz, o de los movimientos, la monotonía agradable, etc. Las madres lo saben por instinto.
Está de más decir que no podemos aplicar las pruebas tradicionales de la hipnosis, todas ellas basadas sobre la sugestión verbal, a niños muy pequeños, pero hay también comunicaciones no-verbales que se transmiten por gestos, cambios de la voz, modificaciones en el movimiento, etc., y que parecen ser conocidas a una edad muy temprana. Se observa corrientemente que un bebé quejoso es el reflejo de una madre con disturbios emocionales. Un dicho popular mantiene que la leche de una madre que ha sufrido una alteración emocional se convierte en un “veneno” para el bebé. Sin embargo, los mismos efectos aparecen en niños alimentados con mamadera. Se ha hablado de una “telepatía” entre la madre y el hijo, pero esta comunicación bien puede tener lugar a través de los sentidos ordinarios, dado que los estudios de Charlote Bühler (11) sobre la reacción social del lactante han demostrado que el bebé puede reconocer movimientos, gestos y expresiones faciales mucho antes de comprender las palabras. Por otro lado, Meras (12) ha hecho hincapié sobre la enorme importancia de las “sugestiones no-verbales” en la hipnosis a toda edad.
Repetimos que la expresión del cariño materno, cuando el niño tiene necesidad de él, es equivalente a una inducción hipnótica. Por consiguiente, toda madre (o sustituto materno) efectúa inducciones hipnóticas en su hijo desde el nacimiento de éste.
¿Qué sucede si el niño de primera infancia no recibe estas expresiones de cariño maternal, cuando él las necesita careciendo, por consiguiente, de estímulos para la reacción emocional estabilizadora o “trofotropa”?
la salud del niño se compromete en forma grave- tan grave como si no recibiese alimento- produciéndose aun su muerte.
Los textos pediátricos relatan un experimento trágico del rey Federico I de Prusia, quien, deseando tener gete fuerte, ordenó que los niños de un asilo recibiesen buen alimento pero ninguna caricia, y todos los niños murieron.
El investigador contemporáneo, R.A. Spitz (13, 14, 15), ha publicado una serie de importantes artículos acerca de los resultados desastrosos que se obtuvieron con el cuidado estricto y “esterilizado” de los niños e las instituciones, separándolos de las madres y manipulándose solamente cuando lo exigían los cuidados de rutina.
El citado autor ha presenciado y filmado la muerte de treinta y cuatro bebés e un asilo, quienes recibieron la satisfacción de todas sus necesidades físicas, salvo de su necesidad de caricias. La vitalidad de estos niños decayó en forma visible a los tres meses de s separación de sus padres. Veintisiete niños murieron antes de haber alcanzado un año de edad, siete en su segundo año. Los veintiún niños que sobrevivieron, quedaron todos con graves deficiencias físicas y mentales.
En una observación rigurosamente controlada sobre 200 niños, quienes tuvieron una insuficiencia del “trato maternal”, el mismo autor encontró marasmo seguido de muerte en un 37 %. Otros casos mostraron una gran depresión, una desnutrición que llegaba a la caquexia, y un desarrollo retardado.
Otra investigadora en este campo, Margarethe A. Ribble, (16) indica que los niños que no han recibido el trato maternal pueden presentar s}dos aspectos diferentes. Algunos de éstos se comportan de un modo negativo: negándose a tomar el alimento, reteniendo su orina y sus materias fecales, y llorando con insistencia, aun con una retención prolongada de su aliento. Pese a la buena alimentación, se desnutren en forma progresiva. Otros niños parecen haber abandonado la lucha, mostrándose deprimidos, aletargados y muy débiles, con irregularidades en su respiración y funcionamiento digestivo deficiente, empeorando hasta entrar en un estado de colapso que precede a la muerte.
Los psiquiatras Mahler (17) y Bellack (18) han indicado que la insatisfacción de las necesidades de trato maternal cariñoso predispone a los niños a la psicosis y a la esquizofrenia.
Hay una íntima conexión entre el psiquismo y el cuerpo (ésta explica los fenómenos hipnóticos, las llamadas enfermedades psicosomáticas y las curaciones por medio de la hipnoterapia, que se estudiarán más adelante). Cuanto más pequeño es el niño, tanto mayor es la interdependencia entre su cuerpo y su mente: lo que altera la psiquis, invariablemente alterará el cuerpo y viceversa.
Entre las publicaciones más recientes figura el trabajo de las doctoras Geliner-Ortigues y Aubry (19), describiendo detalladamente el caso de Paul E., de 18 meses de edad, quien fue traído en un estado de gran desnutrición, con sordera de origen psíquico y marcado retraso de desarrollo, explicables por la privación del trato cariñoso y maternal, y quien, al recibir este trato de los terapeutas, mejoró con gran rapidez desde el punto de vista físico y psíquico.
El estado hipnótico inducido por la madre o los sustitutos maternos determina una estabilización emocional que favorece el desarrollo fisiológico y psicológico normal del niño, constituye una fuente de “seguridad” que ayuda a éste a restablecer el equilibrio alterado por los traumatismos psicológicos de la vida cotidiana, entrenándolo a soportar las agresiones psicológicas en el futuro, hace posible el proceso educativo, y al mismo tiempo, proporciona oportunidades para que el niño desarrolle asociaciones y reflejos condicionados, que le permitirán establecer relaciones hipnóticas con los demás en el futuro, con los beneficios antedichos.
Relaciones Hipnóticas de la vida diaria
Acabamos de demostrar que las relaciones hipnóticas del niño con sus padres son vitalmente necesarias para el niño. Pero esto no indica que la madre transmite algo a su hijo, pues, al contrario, la capacidad para entrar en estado hipnótico es innata (como la capacidad parta hablar, caminar, etc. ), debiendo ser desarrollada. La madre ayuda al niño a desarrollar su capacidad para entrar en el estado hipnótico.
El destacado psiquiatra Milton H. Erickson (20) ha dicho que el proceso hipnótico es comparable al proceso vital que tiene lugar en el huevo, que es meramente estimulado por el calor de una incubadora.
Del mismo modo, el operador no impone el estado hipnótico a un sujeto adulto, sino solamente le ayuda a desarrollar este proceso en sí mismo, aprovechando para la “inducción” de un estado hipnótico de modalidad “estabilizadora” los condicionamientos y las asociaciones al estado emocional hipnótico originalmente inducido por las caricias y los arrullos maternos. Tales condicionamientos y asociaciones se constituyen por un mecanismo posiblemente comparable al de los “reflejos condicionados” de Pavlov (9), que Watson ha vinculado a las reacciones emocionales del infante (22).
Las asociaciones del estado emocional hipnótico con factores interpersonales o impersonales, constituidas en el transcurso de las relaciones hipnóticas del individuo con sus padres, o son invariables. Algunas asociaciones universales persisten durante toda la vida de la persona, mientras que otras se van modificando y adquiriendo características individuales.
La asociación del proceso de desarrollo del estado emocional hipnótico con ciertas actitudes interpersonales, tales como una actitud aceptadora, comprensiva, reconfortante, etc., constituye la base para la inducción del estado hipnótico por los procedimientos directos e indirectos (que analizaremos detalladamente en un capítulo especial), con la condición fundamental de que el individuo esté emocionalmente dispuesto a aceptar dicha actitud. Esto no significa, sin embargo, que la actitud apropiada será aceptada de un modo automático de cualquier persona, aun si el individuo la necesita.
Las asociaciones impersonales se refieren a situaciones y factores que originalmente acompañaron las caricias maternas, tales como el estado de relajación muscular, el ambiente tibio, la música suave, etc., y que luego se modificaron y elaboraron de acuerdo con la experiencia de la persona en la vida.
La presencia de estos factores en el curso de una inducción hipnótica por procedimiento directo favorece la obtención de un estado emocional hipnótico profundo con mayor rapidez. A la vez, dichos factores impersonales juegan un papel capital en el desarrollo de un estado auto-hipnótico en el individuo emocionalmente dispuesto a lograrlo, por ejemplo, para estabilizar su estado emocional, hecho importante para el mantenimiento de la salud psíquica ante las emociones alteradoras.
La estimulación de los condicionamientos y las asociaciones, ya sea el estado emocional hipnótico positivo o el estado emocional hipnótico negativo, puede tener lugar en cualquier ambiente. El momento en que una persona logra efectuar esta estimulación e un individuo dispuesto a reaccionar emocionalmente a ella, corresponde a un contacto hipnótico, que puede ser “positivo” o “negativo” según el caso (23)
El contacto hipnótico no es más que un instante teórico, el cual puede desvanecerse al instante , o constituir el punto de partida de una relación interpersonal hipnótica, más o menos profunda y duradera. En nuestra vida diaria abundan los contactos hipnóticos fugaces y las relaciones hipnóticas frustradas o breves, al grado de poder decirse que nuestras vidas están repletas de ellos.
Todas estas experiencias son tan “normales” y tan corrientes que su propio carácter cotidiano hace que no se les preste mayor atención ni se les tome como objeto de estudio. Sin embargo, ellas constituyen la base de las relaciones hipnóticas que tienen lugar en el consultorio del médico que emplea hipnotismo terapéutico, en el laboratorio del experimentador sobre psicología, o en la escena del hipnotizador teatral.
Para la demostración de la equivalencia entre el hipnotismo deliberadamente inducido y las relaciones hipnóticas de la vida diaria, resulta muy interesante confrontar las recomendaciones de dos autores bastante conocidos, uno en el ambiente literario y otro e el ambiente científico. El primero es Dale Carnagie, con sus consejos para ganar amigos e influir sobre los demás, expuestos en su libro “Cómo Ganar Amigos e Influir sobre las Persona” (24). El segundo, Milton H. Erickson, que ha sido llamado “el hipnotizador clínicamente más astuto de nuestro tiempo”, con sus indicaciones representativas del proceder habitual de los terapeutas modernos como base para la inducción del estado hipnótico por el procedimiento natural.
Como se verá, las indicaciones dadas por estos dos autores son idénticas, pese a que uno de ellos se refiere a la mejor manera de tratar a la gente e influir sobre ésta , y el otro a la inducción hipnótica.
“Muestre simpatía por las ideas y deseos del prójimo”. (Carnagie)
“Vayan al encuentro de los deseos y la capacidad de comprensión del sujeto”. (Erickson)
“Consiga que la otra persona diga: “Sí, sí” inmediatamente”. (Carnagie)
“Hagan unas simples preguntas casuales, todas ellas determinando la respuesta “Si”. Cuando tienen a la persona diciendo “sí” a esto y “sí” a aquello, la persona ya es receptiva”. (Erickson)
“Permita que el prójimo salve el prestigio...” (Carnagie)
“Déjenle salvar el prestigio...” (Erickson)
“Llame indirectamente la atención sobre los errores de los demás”. (Carnagie)
“Es siempre mejor conseguir las cosas indirectamente” (Erickson)
“Interésese auténticamente por los demás,,,” “Hable siempre de lo que le interesa al prójimo”: (Carnagie)
(Explicando la que se hizo en una demostración) “Ella (la sujeto) sin duda sentía que yo estaba interesado e lo que ella decía y hacía y yo puse énfasis e su propio interés y bosquejé las posibilidades para ella”. (Erickson)
Podrían citarse muchos ejemplos de recomendaciones paralelas.
Tanto Erickson como Carnagie buscan que el sujeto se sienta motivado para actuar de acuerdo con los deseos de ellos.
Después de esta preparación, Erickson logra en el ambiente experimental o terapéutico que el sujeto realice tareas sencillas, como mla de mover una mano, cerrar los ojos, etc., y lo llama una “inducción hipnótica”, que puede ser “dormida” o “despierta”.
Carnagie obtiene un comportamiento más complejo en la vida diaria, como la firma de un contrato conveniente para ambos, y los llama “influir” sobre una persona.
Tanto Erickson como Carnagie propone actos adecuados al ambiente en que se encuentran, lo cual constituye un requisito importante para la inducción del estado hipnótico.
Por consiguiente, es evidente que la disposición emocional del sujeto para entrar en estado hipnótico no se logra con sugestiones de levantamiento de mano, o cierre de ojos, sino por la “preparación” sutil que las precede y gracias a la cual el sujeto puede reaccionar tanto a estas proposiciones como a proposiciones diferentes.
Watkins (25), ha dicho con razón que “ la inducción de un trance hipnótico no es cuestión de manipulación técnica, sino un problema de comprensión e interacción en el ambiente de una relación interpersonal íntima”.
A la vez que son extremadamente frecuentes, las relaciones hipnóticas de la vida diaria se encuentra en continua fluctuación.
Hay fluctuaciones cualitativas, que corresponden a la alternancia de los estados hipnóticos “positivos” y “negativos”, y fluctuaciones cuantitativas relacionadas con la prolongación de las relaciones hipnóticas.
Es muy fácil el pasaje de las formas positivas de la hipnosis que están asociadas a una actitud cariñosa y comprensiva, a las formas negativas, ligadas a una actitud autoritaria, lo cual reproduce la misma alternancia que existe en el estado emocional de un niño en el curso de sus relaciones con sus padres.
Siendo el estado hipnótico un estado emocional, su duración es breve (de varios minutos a varias horas después de haberse sustraído de la causa estimulante). Pero a igual que los estados emocionales restantes, el estado hipnótico puede ser reactivado, repetidamente. Un operador que ha inducido un estado hipnótico en un sujeto una vez, tiene probabilidades aumentadas de poder reactivar este estado en sus encuentros sucesivos con el mismo sujeto. Un simple saludo puede ser suficiente para reactivar un estado hipnótico. Si estas personas se encuentran diariamente y permanecen en contacto varias horas al día, la relación hipnótica puede ser permanente.
Pero esto no significa que la relación hipnótica se mantendrá por tiempo ilimitado, pues en cualquier momento ella puede ser interrumpida y bloqueada por una actitud contraria a los deseos o las convicciones de la persona. Este bloqueo transitorio o duradero, no solamente puede tener lugar en las relaciones Inter.-personales de la vida diaria, como por ejemplo, entre padres e hijos, sino también en el ambiente terapéutico o experimental, entre el hipnotizador y el sujeto, cuando el terapeuta, habiendo inducido el estado hipnótico una o dos veces, se encuentra imposibilitado para volver a hacerlo e las sesiones siguientes.
Llamamos relación hipnótica principal a la relación hipnótica constantemente reactivada, como la del niño y sus padres, y la que puede existir entre el alumno y el maestro, el creyente y el consejero religioso, o entre amigos íntimos, esposos, etc.
Las relaciones hipnóticas secundarias son las que se mantienen por poco tiempo.
La posibilidad de establecer relaciones hipnóticas secundarias con un número grande de personas, aumenta a medida que se amplía el círculo de contactos interpersonales de un individuo, como ocurre en el curso de su desarrollo normal desde su infancia. En determinado momento, una relación hipnótica secundaria puede llegar a ser la principal, y la principal puede volverse secundaria o desaparecer.
Admitimos que las relaciones hipnóticas principales juegan un papel capital en la educación, es decir en la elaboración de costumbres, conceptos, valores éticos y religiosos, etc. (todo lo que se comprende por educación). En esto se incluye la constitución de prejuicios.
Es comprensible la enorme importancia de las relaciones hipnóticas principales para la constitución de las convicciones y la personalidad de un individuo. Sus efectos, favorables o desfavorables, difícilmente podrán ser contrarrestados por otra persona que establece una relación hipnótica secundaria con el mismo individuo, y pretende “re-educarlo” en el curso de ésta.
La educación se efectúa sobre la base de dos relaciones hipnóticas: la de carácter positivo y la de carácter negativo.
¿Por qué en el proceso de la educación de los niños, algunos conceptos quedan firmemente grabados en las mentes de éstos y otros se esfuman rápidamente? Sobre esto influye el carácter positivo o negativo de las relaciones hipnóticas, como también el hecho de que los datos sean incorporados con emociones concomitantes o sin éstas. En todo caso, esta línea de capital importancia para la educación, requiere una investigación intensiva, pues hasta ahora no se ha relacionado la educación, con las relaciones hipnóticas.
Puede haber relaciones hipnóticas multipersonales. Es fácil comparar a la madre que tiene relaciones hipnóticas simultáneas con varios hijos, con el operador que induce y mantiene una relación hipnótica con más de un sujeto. Es también posible y conocido el hecho de que varios operadores comportan la relación hipnótica con una determinada persona.
Las relaciones hipnóticas pueden entrelazarse de manera muy diversa. Un individuo puede tomar a la vez el papel de “sujeto” en una relación hipnótica y de “operador” en otra (siendo a la vez “estimulado” y agente “estimulador”). Por ejemplo, Erickson (20) ha hecho un interesante experimento. Uno de sus ayudantes indujo el estado hipnótico en uno de los sujetos experimentales, a la vez Erickson indujo el estado hipnótico en ese ayudante. El sujeto experimental y el ayudante de Erickson entraron en estado hipnótico casi al mismo tiempo.
Además el estado hipnótico puede ser estimulado por factores impersonales emocionalmente significativos para aquella persona en especial, que con cierta frecuencia acompañaron este estado durante la época de elaboración de sus condicionamientos, como el estado de relajación muscular, la música, el sonido del agua o del viento, o las más diversas manifestaciones de la naturaleza e la forma de sonidos, aromas, colores, etc. Este estado, que llamamos auto-hipnótico, es experimentado por todas las personas en el curso de su vida, algunas más y otras menos, aun alcanzando mayores o menores profundidades hipnóticas. Los Yoghi (26), mediante un entrenamiento cotidiano, logran estados auto-hipnóticos profundos, con todos sus fenómenos.
Williams (27), ha descrito un número de circunstancias normales y corrientes de la vida diaria en las cuales los estados auto-hipnóticos tienen lugar con cierta frecuencia: la pesca en aguas tranquilas, el reposo en contacto con la naturaleza, escuchando el viento en la copa de los árboles, el ruido del mar, el zumbido de los insectos, etc., la entrada en la atmósfera solemne de un templo, el disfrute de la música, de ciertas formas de literatura, etc. Las reacciones a estos estímulos son netamente individuales; algunas personas entran en estado auto-hipnótico ante unos estímulos, otros con estímulos diferentes.
Asimismo, otro psicólogo, Maslow, ha destacado la importancia de un estado especial, experimentado con un grado superior de intensidad y frecuencia por las personas con salud psíquica ideal, que permite “derivar inspiración, fuerza y revivificación de la naturaleza, de la música o de otras experiencias básicas de la vida” y tener “una relativa estabilidad frente a los desengaños, los golpes, las privaciones, las frustraciones, etc...” (28). Tal estado emocional corresponde a la auto-hipnosis, si bien el mencionado autor no le aplica este nombre.
El estado auto-hipnótico, al igual que el estado hipnótico inducido por otras personas, tiene un efecto de estabilización emocional.
Como hecho interesante, hay que agregar que los estados auto-hipnóticos fueron conocidos por los pueblos primitivos, y los estímulos que los desencadenan han formado parte de los rituales de estos pueblos (bailes, batir de tambores, adoración del fuego, etc.) tanto en tiempos pasados como en la actualidad.
Mediante un entrenamiento suficiente, pueden lograrse estados auto-hipnóticos de una considerable profundidad, con todos sus fenómenos: insensibilidad al dolor, resistencia al cansancio, etc. (como los yogis). El desarrollo de la capacidad para entrar en estado auto-hipnótico puede ser acelerado por medio de una inducción hipnótica interpersonal.
Es corriente que un sujeto en quien se induce el estado hipnótico en el ambiente terapéutico o experimental, dé consejos de cómo se logra mejor la inducción hipnótica e él. Estas son las personas que entran frecuentemente en un estado hipnótico de cierta profundidad. Ellas piden que se hable más lentamente, o dicen que quieren tener la fantasía de estar recostados sobre la espalda, mirando el desplazamiento de las nubes, o imaginar que un ómnibus los arrulla con su ruido mientras observa el paisaje tras la ventanilla.
Hay otras personas que después de varias sesiones de inducción hipnótica, a menudo habiendo logrado un estado profundo, preguntan: “dígame, ¿cuándo me va a hipnotizar?” Cuando se les dice que han estado bajo estado hipnótico en varias sesiones, estos individuos se sorprenden y declaran que lo que sintieron en las sesiones o puede ser hipnotismo, pues se trata de un estado completamente normal que han experimentado repetidamente.
Estos ejemplos revelan una vez más la falta de diferencia entre el hipnotismo experimental y el de la vida diaria.
El significado de la Profundidad Hipnótica
Hasta los últimos tiempos se acostumbraba a hablar de estado hipnóticos “livianos”, “medios”, “profundos” y “profundísimos”, aun reconociendo que no existe ninguna delimitación precisa e éstos.
Esta clasificación se basaba e los fenómenos de comportamiento que el sujeto puede presentar en las diferentes etapas de la “profundización” del estado hipnótico, sobre lo cual pueden encontrarse en la literatura tablas de diferentes autores especificando los fenómenos que corresponden a cada etapa de profundidad. (Davies y Husban, (30); Friedlander y Sarbin, (31); LeCron y Bordeaux, (5) y otros.)
Ello constituye un criterio groseramente esquemático, porque es corriente encontrar que los fenómenos que un individuo logra e un estado hipnótico liviano sean logrados por otro solamente en un estado profundo, y viceversa.
Estas tablas indican por ejemplo que en el estado hipnótico liviano el sujeto suele presentar relajación muscular, inmovilización de la mirada, caída de sus párpados, etc., etc.; que en el estado medio hay además una cierta insensibilidad al dolor, ciertas ilusiones, etc.; y que en el estado hipnótico profundo, también llamado sonambulístico, el sujeto suele presentar la pérdida de sensibilidad al dolor o al cansancio, una influencia sobre el funcionamiento de diferentes vísceras, una confusión entre su propia imaginación y la realidad, etc., etc.
Estas escalas fueron confeccionadas sobre la base de los viejos procedimientos de inducción hipnótica que comienzan con sugestiones de sueño. Pero el concepto del hipnotismo como un estado de sueño ha pasado a la historia, siendo bien sabido que el estado hipnótico no requiere que el sujeto esté en estado de sueño, y que todos los fenómenos hipnóticos tienen lugar en el estado de “hipnotismo despierto”.
Puede encontrarse un ejemplo muy ilustrativo de hipnotismo despierto en una demostración de Erickson (29), quien llevó al estado hipnótico “sonambulístico” a una de sus estudiantes y bajo tal estado ella dio una larga conferencia científica referente al hipnotismo a un auditorio compuesto por psicólogos y psiquiatras, la mayoría de los cuales eran expertos en esta materia.
Al terminar, se preguntó al auditorio si alguien había notado algo anormal en el comportamiento de la conferencista. Nadie había notado ninguna anormalidad ni reconocido el estado hipnótico profundo bajo el cual ella se hallaba.
Este ejemplo muestra que en algunas formas de “sonambulismo” resulta difícil distinguir el estado hipnótico del estado no hipnótico. Una profundización mayor del estado hipnótico se revela por cierta lentitud en los movimientos de la cabeza, cierta pérdida de la movilidad facial, cierto embotamiento psíquico y motriz, etc.
Erickson (29) ha descrito el estado hipnótico profundísimo o estuporoso como un estado pasivo, que carece de la actividad espontánea del estado sonambulístico. Las reacciones del individuo se vuelven incompletas y retrasadas y éste se vuelve incapaz de apreciar su yo. De aquí se puede pasar a una marcada depresión de las funciones orgánicas, dando lugar a una aparente “animación suspendida”.
La moderna interpretación de la profundización del estado hipnótico (32) está vinculada al concepto de una retrogresión psicológica a un nivel más temprano del desarrollo de un individuo, lo cual concuerda perfectamente con la comprensión del hipnotismo como la reinstalación de una situación infantil.
La retrogresión se efectúa en forma continua, sin que haya etapas ni fronteras. El estado de hipnotismo “profundo” corresponde aproximadamente al funcionamiento psicológico de un niño de 1 a 3 años de edad, mientras que el estado “profundísimo” o estuporoso tiene las características de la psicología del recién nacido. Claro está que en este proceso retrogresivo, la persona no se despoja de toda la experiencia que ha adquirido hasta la fecha, sino, como lo indican Kubie y Margolin (33), la “canaliza” a través de un mecanismo psicológico menos maduro.
El paralelismo entre el comportamiento del sujeto en las etapas profundas de la hipnosis y el comportamiento del niño en las etapas tempranas de sus desarrollo, puede ser observado claramente en la confrontación de las siguientes características:
El niño es más espontáneo en su comportamiento, inhibe menos sus propios impulsos, entiende en forma más literal lo que se le dice, tiene menos sentido del humor, concentra más sus esfuerzos en un propósito limitado, al igual que la persona hipnotizada.
Entre las peculiaridades de la psicología infantil que se manifiestan en grado máximo en el niño de 1 a 3 años, ha de señalarse la noción muy imperfecta de la realidad. Kurt Lewin (34) indica que mientras el adulto diferencia claramente entre aquello que está solamente en su pensamiento y aquello que existe en el mundo exterior, el niño tiene gran facilidad para confundirlos.
Piaget (35) describe en el niño “una confusión entre lo que es interno y lo que es externo, o la tendencia a proyectar en el mundo exterior aquellos objetos que no son más que el resultado de su propia actividad mental...”
En sus juegos, hasta los niños mayores proyectan sus fantasías sobre los objetos más usuales. Un palo se vuelve caballo y es usado como tal. Una niñita puede atribuir las características de un bebé a un trapo atado con un cordel, del mismo modo que una muñeca muy bien hecha. Se dice que la imaginación de un niños es muy viva. La vivacidad de la imaginación también caracteriza el estado hipnótico de cierta profundidad.
La denominada “imaginación eidética” (o “visión fotográfica”) es también una característica del niño, si bien es estudio difícil antes de los seis años de edad. Gracias a ella, el niño puede mirar atentamente un objeto y más tarde “verlo” nuevamente, después de un período de tiempo que puede extenderse a años. La imagen eidética puede ser exacta o puede diferir del original en color, forma, detalle, etc. Allport (36) ha destacado que puede encontrarse la reproducción eidética de objetos muy complejos, con reconocimiento de detalles minúsculos que difícilmente hubieran sido retenidos en la memoria: los botones del saco de una persona que pasa, las letras de un aviso en idioma extranjero, la longitud y dirección de las sombras de un camino, etc. Quien “ve” eidéticamente suele presentar los mismos movimientos y las mismas expresiones faciales que se encontrarían en una persona que observa y describe objetos reales. Según datos de Klüver (37), hasta ciertas leyes fisiológicas de la visión se cumplen (como la aparición de colores complementarios o el fenómeno de Purkinge) La misma “visión fotográfica” (o su equivalente auditivo) constituye un fenómeno del estado hipnótico.
Tanto la imaginación muy vivas como el “eidetismo” son muy vecinas a la alucinación, que constituye una forma extrema de proyección del pensamiento propio en el mundo exterior Bernfield (38) afirma que “la niñez se distingue por sus imágenes alucinatorias más frecuentes y que el carácter alucinatorio de la representación mental constituye un elemento básico en el comportamiento infantil”. Ya hemos indicado que la alucinación constituye uno de los fenómenos más llamativos del estado hipnótico.
Mientras que el adulto requiere una racionalización de cualquier afirmación que se le hace y debe integrarla en el sistema de conocimientos que él ha constituido hasta el momento, el niño puede aceptar afirmaciones sin racionalización y fácilmente admite efectos “mágicos”. Los cuentos de hadas suelen ser aceptados pese a todas sus extravagancias. En esta forma, el niño puede aceptar con toda facilidad proposiciones extravagantes cuando éstas provienen de una persona que está en situación apropiada para dárselas y no contrarían sus propios deseos de aceptarla, al igual que el sujeto bajo estado hipnótico.
Es conocida la gran facilidad que tienen los niños para difundir sus impulsos psíquicos al funcionamiento de su cuerpo. La inestabilidad emocional (“nerviosismo”) de un niño fácilmente se expresa en vómitos, pérdida de apetito (o apetito excesivo), estreñimiento, etc. Muchos niños pueden vomitar a voluntad. El niño “interesado” en alguna actividad puede tener gran resistencia al cansancio, y se conoce la “catalepsia” (capacidad de mantenerse una parte del cuerpo inmóvil por largo tiempo) normal de los niños pequeños. Ya hemos indicado cómo la madre puede “sugerir” a un niño que se ha lastimado que su dolor calmará muy pronto, obteniendo efectivamente el alivio de ese dolor. El sujeto en estado hipnótico vuelve ha adquirir la misma capacidad.
También hay una equivalencia en el comportamiento caprichoso y antojadizo de un niño y el del sujeto hipnotizado.
Estas diferentes características tienen una base común: la insuficiencia de las inhibiciones. El niño, a diferencia del adulto, no inhibe la transformación de sus impulsos en acción (de lo cual deriva su “espontaneidad”), no inhibe sus fantasías por medio del sentido crítico, no inhibe la difusión de sus estímulos psíquicos a su cuerpo. La mencionada catalepsia resulta una anuencia de la sensación de cansancio que inhibe la realización de un esfuerzo máximo y evita que el adulto haga uso de las energías reservadas para situaciones de emergencia. Exactamente lo mismo puede decirse respecto a la persona en estado hipnótico de cierta profundidad.
Al igual que estas características fundamentales, todos los “fenómeno” hipnóticos (que serán descritos en el Capítulo III) reproducen modalidades de comportamiento que pueden encontrarse normalmente en los niños.
El recién nacido conserva ciertos rasgos del comportamiento fetal (estudiado con gran interés en los últimos años). Duerme o dormita aproximadamente el 80 % de su tiempo, y fuera de sus cortos períodos de vigilia solamente puede ser despertado por estímulos fuertes, como la incomodidad, el hambre, los ruidos fuertes o los cambios de temperatura. Tiene así la misma falta de contacto relativa con el mundo exterior que caracteriza al estado hipnótico profundísimo o estuporoso. (En un estudio experimental más preciso, Soltman, A. Westphal y C. Wetphal han comprobado que los tejidos musculares y nerviosos del recién nacido responden menos a los estímulos externos que los del adulto) (39, 40, 41).
La sensibilidad y las percepciones del recién nacido son imperfectas. En los primeros días de vida, su sensibilidad al dolor es débil. Luego, las sensibilidades cutáneas y auditivas son las que se desarrollan con mayor rapidez. Poco sabemos del estado de conciencia del recién nacido. W. James (42) presume que éste debe consistir en “una gran confusión exuberante y zumbante”. En forma comparable, existe una imperfección y un carácter borroso de las percepciones en el estado estuporoso.
El paralelismo entre el estado hipnótico profundísimo estuporoso y la psicología del recién nacido puede verse en el siguiente experimento (43).
Se eligió para este estudio experimental a una mujer inteligente de 34 años de edad, quien, tras un largo entrenamiento, había adquirido la capacidad de entrar en el estado hipnótico estuporoso.
En el curso de una sesión hipnótica, mientras ella o había alcanzado todavía el nivel más profundo, se le preguntó si estaba dispuesta a colaborar en un experimento, realizando una tarea que necesitaba de su inteligencia y capacidad de auto-observación para ser llevada a cabo satisfactoriamente y que ayudaría a aclarar un aspecto muy poco conocido del estado hipnótico. Ella aceptó gustosamente.
Se le dijo que debía observar muy cuidadosamente sus sentimientos e impresiones bajo el estado que ella juzgara ser el más “profundo” que era capaz de lograr, y relatarnos después lo que ella sintió en ese estado. El experimento podría durar 2-3 sesiones hasta que ella hubiese acumulado las experiencias y observaciones necesarias.
En las sesiones siguientes se lograron estados estuporosos, durante los cuales se introdujeron algunas variaciones en la actitud hacia ella, cambiando el tono de voz, haciendo ciertos ruidos, tirando de la frazada con la cual se cubría, etc.
Recién en la quinta sesión ella reveló un deseo de relatar lo que había sentido en el estado hipnótico profundo, estuporoso. Su relato fue registrado con un grabador de sonido.
“Es como si estuviese acostada en una cuna muy cómoda o sobre alguna nube. No se quiere nada, todo parece muy agradable, y uno no quiere salir de este estado La cabeza de uno no trabaja, no se puede hablar porque las palabras no vienen. No se piensa en nada, solamente se siente, y no se comprende lo que se siente. Las cosas son simplemente agradables o desagradables. Se siente con la piel o con los oídos. Cuanto menos trabaja la cabeza, tanto más sensibles se ponen la piel y los oídos. Uno oye todos los ruidos, pero ellos no molestan uno no los distingue, de dónde vienen y qué son. Solamente cuando aparece un ruido inesperado o desagradable, uno tiembla y quiere llegar o gritar para que este ruido desaparezca. Pero cuando se siente una mano tibia o una frazada calientita, es tan calmante, tan agradable, tan agradable. No se entienden las palabras, uno solamente quiere escuchar la voz. Si la voz se detiene es tan, es desagradable, como si se hubiese perdido algo importante. Si es agradable, uno quiere sonreírse o reír. Si se abren los ojos no se ven objetos, las cosas no son cosas, ellas no tienen perspectivas, ellas no son claras, sus márgenes son borrosos, como en una niebla, y uno las mira y no sabe lo que ve y no se da cuenta si está cerca o lejos. Cuando usted me está hablando, yo no comprendo las palabras, pero encuentro agradable oír una voz, ella me tranquiliza, y también me tranquilizo si siento una mano tibia sobre mi frente o una frazada suave alrededor de mí. Si oigo un ruido fuerte o hace frío, tengo sensaciones desagradables. Pero si siento que una mano está acariciando mi frente y oigo una voz suave, sonrío como si fuera involuntariamente y quiero apretarme contra la camilla. Uno no siente el cuerpo para nada, uno se siente tibio y cómodo. Pero uno se vuelve muy infeliz si la frazada cae de pronto (en ese momento la temperatura de la pieza era de 16 ° C.). Es tan desagradable. Uno se siente con frío y tiembla. Y si hay un ruido áspero e inesperado, éste golpea los oídos tan fuerte que uno siente un espasmo muy desagradable en todo el cuerpo, uno cierra los puños y sus piernas se endurecen. Uno quiere gritar y llora, y se siente muy desgraciado. Pero si oye una voz agradable, todo pasa, y una onda agradable inunda todo el cuerpo y uno quiere permanecer en este estado para siempre. Cuando uno oye una voz insistiendo que debe comprender las palabras habladas, uno quiere resistirse y en ese momento la cabeza empieza a trabajar y el estado agradable desaparece”.
Este experimento muestra claramente que la persona en estado estupososo tiene un embotamiento marcado de sus actividad mental, que sus percepciones son mal definidas con predominio de la sensibilidad de su piel y sus oídos, que le agrada oír una voz tranquilizadora, que siente en forma difusa lo agradable y los desagradable, tendiendo a reaccionar con todo su cuerpo en ambos casos; y que procura combatir lo que le resulta irritante por medio del llanto o del grito. Todos esto es muy similar al comportamiento de un niño de pocos meses de edad.
El estado de retrogresión a la psicología de la primera infancia, con todos los fenómenos que derivan de él, es una consecuencia natural de cualquier estado emocional lo suficientemente intenso (como el temor, la ira, la alegría, etc.)
No hay ningún fenómeno que se obtenga en la retrogresión psicológica hipnótica que no pueda producirse también en los estados retrogresivos desencadenados por las más diversas emociones de la vida diaria (44). Por ejemplo, una persona que tiene una profunda emoción de temor, suele ver u oír lo inexistente (alucinaciones), presentar manifestaciones psicosomáticas diversas, como una aceleración de su pulso, un disturbio digestivo, etc., movilizar recursos extraordinarios, como, por ejemplo, para correr con una velocidad que no lograría en su estado corriente.
Lo único que distingue la hipnosis es el hecho de que la reacción emocional alteradora o estabilizadora es estimulada deliberadamente.
La Sugestionabilidad y la Hipersugestionabilidad
Siendo el estado emocional hipnótico positivo equivalente al estado emocional que experimenta un niño al recibir las caricias de sus padres cuando él las necesita, este estado emocional hipnótico se acompaña invariablemente de una especial motivación, equivalente también a los deseos e impulsos que tienen los niños para aceptar las proposiciones y acceder a los pedidos de sus progenitores, pero esta aceptación e incorporación en sí mismo no se hace en forma pasiva, sino activamente.
Esta motivación es uno de los atributos básicos del estado emocional hipnótico. Constituye solamente una disposición emocional (23).
La sugestionabilidad es la expresión de la motivación del estado emocional hipnótico por medio de una actividad psíquica o física orientada a la ejecución de las proposiciones u órdenes recibidas, tanto verbales como implícitas o no-verbales.
Para que las proposiciones y las órdenes recibidas bajo el estado hipnótico ( a llamarse de aquí e adelante “sugestiones”) sean aceptadas y ejecutadas, es necesario que no contraríen las convicciones ni se opongan a los deseos o los intereses del individuo.
Existía la idea, muy difundida entre el público, pero completamente equivocada, que un sujeto puede ser obligado a hacer todo lo que el operador quiere.
En principio, el sujeto no hará jamás en estado hipnótico, de cualquier profundidad, lo que sus “convicciones” o su “conciencia” le impedirían hacer en su estado corriente. Un operador que da precisamente las proposiciones que concuerdan con la disposición del sujeto para aceptarlas, refuerza su relación hipnótica con éste pero el operador que da proposiciones que el sujeto se ve precisado a rechazar, debilita o destruye la relación hipnótica (bloqueo).
Esto ya se sabía en el siglo pasado. En la clínica del conocido neurólogo francés Charcot, se procuró obligar a una joven alumna en estado hipnótico profundo a desvestirse ante un auditorio de numerosos estudiantes. En vez de obedecer esta orden, la joven salió del estado hipnótico profundamente indignada. Es de suponer que una artista de variedades, acostumbrada a mostrarse en público con poca ropa, hubiese cumplido sin reparos la sugestión.
Todas las sugestiones deben ser dadas en un ambiente propicio, o precedidas de una explicación que satisfaga al sujeto.
En las diferentes etapas del desarrollo psicofisiológico del individuo, hay una variación en sus intereses, sus convicciones, sus deseos y sus impulsos, lo cual debe ser tenido en cuenta al darle sugestiones, para que éstas sean aceptadas.
Así el niño de primera infancia, que todavía no ha tenido suficiente experiencia en la vida, puede aceptar prácticamente todas las proposiciones que le den sus padres, con la sola excepción de aquellas que lo dañan físicamente, y aún éstas, mientras no ha tenido la experiencia de ese daño. Acepta las afirmaciones de que su perrito habla, que su dolor pasará al acariciar la madre la región dolorida, que las hadas y los Reyes Magos existen, etc.
Al avanzar la maduración, el individuo va acumulando experiencia, elaborando convicciones y desarrollando sus capacidades intelectuales, sus gustos, sus valores éticos, et.
Por ello, un individuo maduro ya no aceptará cualquier proposición que le sea dada en estado hipnótico, sino las proposiciones que puede incorporar a su propia psicología, sus pensamientos, sus costumbres, sus reglas morales, las convenciones sociales que ha aceptado, etc.
Llamamos “hiper-sugestibilidad” a la “sugestibilidad”* de una persona que tiene en ese momento un estado psicológico igual al que existe en la primera infancia, caracterizado por su falta de sentido crítico y de inhibiciones, tanto para la difusión de las representaciones mentales al cuerpo, como para la proyección de las fantasías en el mudo exterior.
(*: usamos indistintamente las voces sugestibilidad o sugestionabilidad y los términos con ellas compuestos)
La hipersugestionabilidad existe en el estado hipnótico profundo (dado que la profundidad hipnótica corresponde a una retrogresión a la psicología de la primera infancia), como también en los estados de retrogresión psicológica causados por cualquier otra emoción los suficientemente intensa, habitual en la vida diaria- como por ejemplo, el temor. Gracias a la hipersugestionabilidad pueden obtenerse los diversos “fenómenos hipnóticos”, como las alucinaciones, las modificaciones viscerales de origen psíquico, etc., que serán analizados en el Capítulo III.
La sugestión y la hiper-sugestibilidad solamente movilizan las capacidades que están dentro del individuo. Ellas no pueden crear ni talentos n habilidades que el individuo o tiene. Es completamente fantástico el tema de la novela de George Du Maurier “Trilby”, adaptado para la película cinematográfica “Svengali”, que presenta al la heroína Trilby, totalmente carente de capacidad para el canto, transformándose en una gran cantante bajo la influencia de las sugestiones dadas por el hipnotizador Svengali.
La sugestionabilidad constituye la base para la educación y re-educación. En el transcurso de sus relaciones hipnóticas principales, mantenidas por constante reactivación durante años, el individuo absorbe e incorpora a su propia personalidad la atmósfera de convicciones, prejuicios, nociones éticas, apreciación de valores, etc., de los ambientes correspondientes.
Parte de ello se absorbe con la sola participación del estado emocional hipnótico, mientras que en otra parte, el estado emocional hipnótico se acompaña de otras emociones concomitantes. Por ejemplo, una superstición puede ser incorporada por algunas personas con una emoción de pavor, mientras que otras personas la incorporan sin emoción alguna.
Las sugestiones verbales y no verbales incorporadas en el curso de la educación podrían durar mucho tiempo después de la terminación de la relación hipnótica que les dio origen. Este conjunto de sugestiones constituye VERDADERAS SUGESTIONES POST-HIPNÓTICAS.
Pese a ello, puede ocurrir que a la larga, la experiencia vital del individuo le obligue a desechar algunas de estas convicciones, y que nuevas relaciones hipnóticas prolongadas , de tipo principal, tengan un efecto re-educador.
La persona tendrá en el futuro una receptividad especial, más o menos marcada según las circunstancias, para aquellos datos provenientes de lecturas, películas cinematográficas, conversaciones post-hipnóticas emocionalmente incorporadas.
Los datos de esta índole desencadenan en circunstancias adecuadas el mismo estado emocional de variable intensidad que originariamente le estaba ligado. Es un hecho corriente en la vida diaria que un recuerdo estimule cierta emoción profunda.
En tal caso, la persona desarrolla en sí misma un estado auto-hipnótico de mayor o menor intensidad.
Si la persona en estado auto-hipnótico tiene la oportunidad de entrar en contacto con alguien que, a su parecer, puede ser un efectivo representante de las convicciones o prejuicios cuya estimación estuvo en el origen de su estado emocional actual, habrá una trasformación espontánea de este estado auto-hipnótico e una relación interpersonal hipnótica. Para esto basta con que la segunda persona haga un solo gesto o diga una sola palabra plenamente concordante con las convicciones y prejuicios en cuestión. Ilustraremos esto con ejemplos en el capítulo referente a la Inducción Hipnótica.
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Generalidades:
Son completamente erróneas las suposiciones, todavía corrientes, de que el sujeto hipnotizado está necesariamente en un estado de sueño, o que el estado hipnótico constituye una anomalía del comportamiento humano, que se presenta exclusivamente en el consultorio del terapeuta, el laboratorio del experimentador o en otras circunstancias poco habituales, donde se le induce por medio de un curioso ritual que no tiene paralelo alguno en la vida cotidiana.
Contrariamente a estas creencias populares, el “sueño” no es más que uno de los numerosos “fenómenos” que pueden tener lugar en el estado hipnótico; el estado hipnótico no solamente es “normal”, sino también de aparición muy frecuente; y la inducción hipnótica se efectúa en forma “espontánea” e inadvertida tan corrientemente que todos solemos ser “hipnotizadores” o “hipnotizados” (o hipnotizadores e hipnotizados a la vez) en el transcurso de nuestras relaciones diarias con otras personas.
Aún más, el hipnotismo constituye uno de los elementos básicos en el proceso de la vida psíquica, desempeñando un papel de suma importancia para el mantenimiento de la salud física y psicológica desde los primeros momentos de la vida extra-uterina.
El hipnotismo constituye un proceso psicológico complejo , cuya descripción debe comprender no solamente los “fenómenos hipnóticos” sino también otros aspectos, como ser: las relaciones hipnóticas primarias del niño con su madre o sustitutos maternos, el significado de la profundidad del estado hipnótico, los atributos del estado hipnótico, las relaciones hipnóticas de la vida diaria, la inducción hipnótica, la curación de enfermedades por medio del hipnotismo, etc. Todos estos temas están tan entrelazados que ninguno de ellos puede ser abordado aisladamente de los restantes.
Si se quiere situar el estado hipnótico dentro de la nomenclatura corriente de los procesos psicológicos, se le debe comprender como una reacción emocional de intensidad aumentada, que tiene dos modalidades básicas.
Una modalidad es ilustrada típicamente por las inducciones realizadas por Charcot, dando un golpe fuerte y súbito de gong detrás de la cabeza de un sujeto totalmente desprevenido, o haciendo explotar un paquete de pólvora de algodón en su proximidad. El sujeto, intensamente alarmado, solía desarrollar inmediatamente el estado hipnótico.
Algo semejante ocurría en las sesiones colectivas de hipnosis de Mesmer, donde según declaró el Abate Faría en 1819, la reacción de los pacientes con “crisis” no resultaba de modo alguno de un “magnetismo animal”, sino del temor pánico que se apoderaba de dichas personas.
Ambos ejemplos se refieren al estado hipnótico que llamamos de modalidad alteradora o “negativa”. El sujeto reacciona con una intensa excitación, con matices psicológicos principalmente de temor, con tensión y actividad muscular, y con un conjunto de cambios viscerales, tales como la aceleración del pulso, la aceleración de la respiración, etc., constituyendo una reacción “ergotropa”.
La otra modalidad de estado hipnótico fue utilizada inicialmente por Liebault y Bernheim, siendo la que se emplea fundamentalmente en el día de hoy para fines terapéuticos. Liebault y Bernheim se aproximaban al sujeto con una actitud tranquilizadora y reconfortante, haciéndolo sentar cómodamente y diciéndole con voz suave, persuasiva y arrulladora que se pusiera cómodo, que ablandara su cuerpo, etc.
Con este proceder. El sujeto desarrolla un estado hipnótico de modalidad estabilizadora o “positiva”, con matices psicológicos principalmente de tranquilización, con relajación muscular, y con cambios orgánicos que determinan la regularización de las funciones viscerales y la restitución de energías, es decir, con una reacción orgánica “trofotropa”.
Ha de hacerse notar que existe una muy limitada categoría de individuos, los llamados “hipnófilos”, quienes pueden colocar a su organismo en el mismo estado que habitualmente acompaña la estimulación emocional alteradora o estabilizadora, pero haciéndolo “en frío”, es decir, sin la experiencia psicológica de emoción. Son tales algunos individuos que se prestan repetidamente como sujetos para demostraciones de hipnotismo, fakires, etc.
Con esto, el misterio del hipnotismo viene a ser el misterio de nuestras reacciones emocionales, y la ciencia del hipnotismo se convierte en el estudio del comportamiento humano o animal en las reacciones emocionales que alcanzan considerable intensidad.
Interpretado así, como un estado emocional de intensidad aumentada, el estado hipnótico más primitivo y simple puede ser identificado como el peculiar estado emocional que sobreviene en el niño al recibir las caricias y los arrullos de sus padres cuando él los necesita (“estado hipnótico positivo”) o el estado emocional que experimenta un niño ante la actitud severa y autoritaria de sus progenitores (“estado hipnótico negativo”) (1). Un cambio en la actitud de los padres de “cariñosa” a “severa” o viceversa, produce con suma facilidad el pasaje de una modalidad del estado hipnótico a otra (2).
Claro está que las caricias discordantes con las necesidades como en los casos de sobre-protección, no inducen el estado hipnótico, sino pueden tener un efecto irritante o nulo.
En las diferentes etapas del desarrollo del individuo, el estado hipnótico varía en cuanto a significación, profundidad y efectos sobre el organismo.
Importancia de las Relaciones Hipnóticas en la Infancia
Las experiencias hipnóticas de la primera infancia tienen una enorme significación para la supervivencia, el desarrollo, la educación y la formación de la personalidad del individuo.
Es bien sabido que los niños entran fácil y rápidamente en el estado hipnótico. El único requisito es que se sepa ganar su confianza. Por esto se aconseja a los novicios comenzar su aprendizaje de inducción hipnótica con niños.
Se ha comprobado, además, que las “técnicas”* de inducción hipnótica son muy semejantes a los procedimientos que las madres emplean normalmente para “tranquilizar”, “acariciar” o “arrullar” a sus hijos.
(*Nos referimos aquí a los procedimientos naturales de inducción hipnótica. En cuanto a los “pases”, las luces brillantes, las varas de hierro, las miradas fijas, etc., éstos serán tratados en el Capítulo IV, Inducción del Estado Hipnótico, como efectos de pre-sugestiones dependientes del procedimiento natural.)
Entre otros autores, H. Rosen (3) ha señalado que en la inducción hipnótica las cadencias y la modulación de la voz del terapeuta “duplican el tono y la manera de un padre cariñoso, quien gustosamente lee cuentos de hadas a un niño de tres años de edad...”; Ambrose (4) ha indicado los elementos de inducción hipnótica que están presentes en las canciones de cuna, los cuentos infantiles y las palabras tranquilizadoras de las madres; LeCron y Bordeaux (5) han afirmado que la madre hipnotiza a su hijo cuando lo arrulla cantándoles suavemente y acunándolo e sus brazos; y Ferenczi (6) ha sido el primero en describir el “hipnotismo materno”, derivado de una actitud autoritaria. No se trata de una semejanza superficial, como podría pensarse, sino de una total equivalencia.
Los autores han hecho un experimento en base a este punto con niños particularmente pequeños (7).
Elegimos de una Policlínica un grupo de niños, física y psicológicamente sanos, de 25 a 37 meses de edad: el nivel de edad más bajo en que los encontramos capaces de comprender lo que queríamos decirles.
Comenzamos haciendo varias visitas al ambiente familiar de cada uno de los seleccionados con el propósito de observar todos los matices del trato cariñoso que la madre y los demás componentes del hogar proporcionaban al niño al alimentarlo, vestirlo, bañarlo, arrullarlo, etc., y a la vez, para obtener la confianza del pequeño.
Logrado esto, la madre nos traía al chico al consultorio a “visitarnos”, como si lo hubiera llevado a visitar a un viejo y buen familiar. En un momento oportuno dirigíamos al niño a un sillón acogedor e intentábamos imitar el trato cariñoso de la madre lo más exactamente posible, repitiendo sus diminutivos, sus palabras de elogio, y los cuentos sencillos que le habíamos oído contar. Hablábamos con una voz suavemente modulada, a veces acariciando al niño. Al mismo tiempo intercalábamos “sugestiones”, diciendo, por ejemplo: “te estás poniendo blandito..., blandito...; tus manos, tus piececitos...se están poniendo bien blanditos..., estás como en un bañito tibio...y lo encuentras lindo..., calientito...y estás bien blandito..., blandito...; tu cuello..., tus manos...,todo está blandito...me haces caso sólo a mí..., no le haces caso a nada más..., sólo a mí....Tus ojitos se están poniendo pesados...pesados...y se quieren cerrar...ciérralos....Tú estás tranquilito y contento...Pronto..., muy pronto..., tú vas a ver algo... Vas a ver un árbol... con una manzana grande y roja... como en tu libro de cuentos... la manzana va a tener ojitos..., naricita..., boquita... y orejitas... todos colorados..., y te va a sonreír... y tú vas a sonreírle a ella...”
En un lapso de 4 a 35 minutos, vimos a los niños ablandarse, quedar quietos, dejar caer sus párpados y mostrar una expresión facial particularmente plácida.
Es obvio que para provocar los “fenómenos de comportamiento” que se consideran característicos del estado hipnótico, hay que vencer una dificultad: la de hacer que los niños comprendan lo que queremos de ellos. Logrado esto, los “fenómenos” se obtienen como en cualquier otro hipnotizado.
Tres de nuestros niños sonrieron con sus ojos cerrados a la manzana grande y roja que les describíamos; dos niños obedecieron cuando se les indicó que levantaran una mano mientras seguía “durmiendo”; una niña de treinta y siete meses de edad concentró su atención sobre nosotros e forma tal y se abstrajo e forma tan marcada de los ruidos del mundo exterior, que obedecía las órdenes apenas audibles susurradas por nosotros, pero parecía no darse cuenta cuando varias personas, incluyendo su madre, entraron en la pieza y le hablaron en voz alta, de acuerdo con instrucciones dadas previamente. Siguiendo u procedimiento ideado por Erickson y Erickson (8), logramos que el brazo de un niño se pusiese rígido, rodeando a éste, con ausencia de movimientos voluntarios e insensibilidad para el cansancio (catalepsia) y quedase en la misma posición durante largo tiempo hasta que se le dijo que lo moviera.
El mismo método de inducción hipnótica que imita el proceder materno, aplicado a niños mayores, nos ha permitido obtener fenómenos más complejos, haciendo uso de la capacidad más desarrollada de estos niños para la expresión verbal de sus fantasías y sus experiencias subjetivas. (Para los niños de 6-9 años se utiliza también el hipnotismo de tipo “paterno”, es decir “autoritario”).
Basta observar la relación materno-infantil para percibir que la madre da sugestiones al niño contiguamente. Es de observación corriente que cuando un niño ha caído y se ha lastimado y viene llorando a la madre, ésta lo acaricia, y frota, o besa, o sopla sobre la región dolorida, sugiriendo que el dolor va a pasar, y el niño pronto deja de percibir el dolor y sigue jugando. La anestesia que se logra es la misma anestesia hipnótica.
Hasta ahora, nos hemos estado refiriendo a los niños que ya han adquirido el entendimiento de la palabra hablada. Pero es obvio que la madre procede en igual forma mucho antes de que el niño llegue a esta etapa de su desarrollo, más precisamente, desde el día en que el niño nace, expresándose por medio de la entonación de su voz, sus movimientos, sus gestos, etc., una actitud comprensiva, reconfortante y aceptadora. Al hacerlo proporciona al niño numerosísimas oportunidades para establecer condicionamientos (9) y asociaciones para el peculiar estado emocional que experimenta a causa de esta actitud, que le permitirán reinstalar el mismo estado en el futuro.
Los parientes u otros sustitutos maternos, lo mismo que el experimentador puede aplicar el procedimiento de la madre y hacer uso de los condicionamientos y asociaciones que ella ha creado en el bebé. Gerard (10) indica que un lactante se apaciguará casi al instante cuando es levantado, acariciado y arrullado por una mujer maternal, aunque ella sea una extraña para él. Esto es comprensible, porque muchos elementos en el sistema de condicionamiento son universales: la entonación suave, la cadencia de la voz, o de los movimientos, la monotonía agradable, etc. Las madres lo saben por instinto.
Está de más decir que no podemos aplicar las pruebas tradicionales de la hipnosis, todas ellas basadas sobre la sugestión verbal, a niños muy pequeños, pero hay también comunicaciones no-verbales que se transmiten por gestos, cambios de la voz, modificaciones en el movimiento, etc., y que parecen ser conocidas a una edad muy temprana. Se observa corrientemente que un bebé quejoso es el reflejo de una madre con disturbios emocionales. Un dicho popular mantiene que la leche de una madre que ha sufrido una alteración emocional se convierte en un “veneno” para el bebé. Sin embargo, los mismos efectos aparecen en niños alimentados con mamadera. Se ha hablado de una “telepatía” entre la madre y el hijo, pero esta comunicación bien puede tener lugar a través de los sentidos ordinarios, dado que los estudios de Charlote Bühler (11) sobre la reacción social del lactante han demostrado que el bebé puede reconocer movimientos, gestos y expresiones faciales mucho antes de comprender las palabras. Por otro lado, Meras (12) ha hecho hincapié sobre la enorme importancia de las “sugestiones no-verbales” en la hipnosis a toda edad.
Repetimos que la expresión del cariño materno, cuando el niño tiene necesidad de él, es equivalente a una inducción hipnótica. Por consiguiente, toda madre (o sustituto materno) efectúa inducciones hipnóticas en su hijo desde el nacimiento de éste.
¿Qué sucede si el niño de primera infancia no recibe estas expresiones de cariño maternal, cuando él las necesita careciendo, por consiguiente, de estímulos para la reacción emocional estabilizadora o “trofotropa”?
la salud del niño se compromete en forma grave- tan grave como si no recibiese alimento- produciéndose aun su muerte.
Los textos pediátricos relatan un experimento trágico del rey Federico I de Prusia, quien, deseando tener gete fuerte, ordenó que los niños de un asilo recibiesen buen alimento pero ninguna caricia, y todos los niños murieron.
El investigador contemporáneo, R.A. Spitz (13, 14, 15), ha publicado una serie de importantes artículos acerca de los resultados desastrosos que se obtuvieron con el cuidado estricto y “esterilizado” de los niños e las instituciones, separándolos de las madres y manipulándose solamente cuando lo exigían los cuidados de rutina.
El citado autor ha presenciado y filmado la muerte de treinta y cuatro bebés e un asilo, quienes recibieron la satisfacción de todas sus necesidades físicas, salvo de su necesidad de caricias. La vitalidad de estos niños decayó en forma visible a los tres meses de s separación de sus padres. Veintisiete niños murieron antes de haber alcanzado un año de edad, siete en su segundo año. Los veintiún niños que sobrevivieron, quedaron todos con graves deficiencias físicas y mentales.
En una observación rigurosamente controlada sobre 200 niños, quienes tuvieron una insuficiencia del “trato maternal”, el mismo autor encontró marasmo seguido de muerte en un 37 %. Otros casos mostraron una gran depresión, una desnutrición que llegaba a la caquexia, y un desarrollo retardado.
Otra investigadora en este campo, Margarethe A. Ribble, (16) indica que los niños que no han recibido el trato maternal pueden presentar s}dos aspectos diferentes. Algunos de éstos se comportan de un modo negativo: negándose a tomar el alimento, reteniendo su orina y sus materias fecales, y llorando con insistencia, aun con una retención prolongada de su aliento. Pese a la buena alimentación, se desnutren en forma progresiva. Otros niños parecen haber abandonado la lucha, mostrándose deprimidos, aletargados y muy débiles, con irregularidades en su respiración y funcionamiento digestivo deficiente, empeorando hasta entrar en un estado de colapso que precede a la muerte.
Los psiquiatras Mahler (17) y Bellack (18) han indicado que la insatisfacción de las necesidades de trato maternal cariñoso predispone a los niños a la psicosis y a la esquizofrenia.
Hay una íntima conexión entre el psiquismo y el cuerpo (ésta explica los fenómenos hipnóticos, las llamadas enfermedades psicosomáticas y las curaciones por medio de la hipnoterapia, que se estudiarán más adelante). Cuanto más pequeño es el niño, tanto mayor es la interdependencia entre su cuerpo y su mente: lo que altera la psiquis, invariablemente alterará el cuerpo y viceversa.
Entre las publicaciones más recientes figura el trabajo de las doctoras Geliner-Ortigues y Aubry (19), describiendo detalladamente el caso de Paul E., de 18 meses de edad, quien fue traído en un estado de gran desnutrición, con sordera de origen psíquico y marcado retraso de desarrollo, explicables por la privación del trato cariñoso y maternal, y quien, al recibir este trato de los terapeutas, mejoró con gran rapidez desde el punto de vista físico y psíquico.
El estado hipnótico inducido por la madre o los sustitutos maternos determina una estabilización emocional que favorece el desarrollo fisiológico y psicológico normal del niño, constituye una fuente de “seguridad” que ayuda a éste a restablecer el equilibrio alterado por los traumatismos psicológicos de la vida cotidiana, entrenándolo a soportar las agresiones psicológicas en el futuro, hace posible el proceso educativo, y al mismo tiempo, proporciona oportunidades para que el niño desarrolle asociaciones y reflejos condicionados, que le permitirán establecer relaciones hipnóticas con los demás en el futuro, con los beneficios antedichos.
Relaciones Hipnóticas de la vida diaria
Acabamos de demostrar que las relaciones hipnóticas del niño con sus padres son vitalmente necesarias para el niño. Pero esto no indica que la madre transmite algo a su hijo, pues, al contrario, la capacidad para entrar en estado hipnótico es innata (como la capacidad parta hablar, caminar, etc. ), debiendo ser desarrollada. La madre ayuda al niño a desarrollar su capacidad para entrar en el estado hipnótico.
El destacado psiquiatra Milton H. Erickson (20) ha dicho que el proceso hipnótico es comparable al proceso vital que tiene lugar en el huevo, que es meramente estimulado por el calor de una incubadora.
Del mismo modo, el operador no impone el estado hipnótico a un sujeto adulto, sino solamente le ayuda a desarrollar este proceso en sí mismo, aprovechando para la “inducción” de un estado hipnótico de modalidad “estabilizadora” los condicionamientos y las asociaciones al estado emocional hipnótico originalmente inducido por las caricias y los arrullos maternos. Tales condicionamientos y asociaciones se constituyen por un mecanismo posiblemente comparable al de los “reflejos condicionados” de Pavlov (9), que Watson ha vinculado a las reacciones emocionales del infante (22).
Las asociaciones del estado emocional hipnótico con factores interpersonales o impersonales, constituidas en el transcurso de las relaciones hipnóticas del individuo con sus padres, o son invariables. Algunas asociaciones universales persisten durante toda la vida de la persona, mientras que otras se van modificando y adquiriendo características individuales.
La asociación del proceso de desarrollo del estado emocional hipnótico con ciertas actitudes interpersonales, tales como una actitud aceptadora, comprensiva, reconfortante, etc., constituye la base para la inducción del estado hipnótico por los procedimientos directos e indirectos (que analizaremos detalladamente en un capítulo especial), con la condición fundamental de que el individuo esté emocionalmente dispuesto a aceptar dicha actitud. Esto no significa, sin embargo, que la actitud apropiada será aceptada de un modo automático de cualquier persona, aun si el individuo la necesita.
Las asociaciones impersonales se refieren a situaciones y factores que originalmente acompañaron las caricias maternas, tales como el estado de relajación muscular, el ambiente tibio, la música suave, etc., y que luego se modificaron y elaboraron de acuerdo con la experiencia de la persona en la vida.
La presencia de estos factores en el curso de una inducción hipnótica por procedimiento directo favorece la obtención de un estado emocional hipnótico profundo con mayor rapidez. A la vez, dichos factores impersonales juegan un papel capital en el desarrollo de un estado auto-hipnótico en el individuo emocionalmente dispuesto a lograrlo, por ejemplo, para estabilizar su estado emocional, hecho importante para el mantenimiento de la salud psíquica ante las emociones alteradoras.
La estimulación de los condicionamientos y las asociaciones, ya sea el estado emocional hipnótico positivo o el estado emocional hipnótico negativo, puede tener lugar en cualquier ambiente. El momento en que una persona logra efectuar esta estimulación e un individuo dispuesto a reaccionar emocionalmente a ella, corresponde a un contacto hipnótico, que puede ser “positivo” o “negativo” según el caso (23)
El contacto hipnótico no es más que un instante teórico, el cual puede desvanecerse al instante , o constituir el punto de partida de una relación interpersonal hipnótica, más o menos profunda y duradera. En nuestra vida diaria abundan los contactos hipnóticos fugaces y las relaciones hipnóticas frustradas o breves, al grado de poder decirse que nuestras vidas están repletas de ellos.
Todas estas experiencias son tan “normales” y tan corrientes que su propio carácter cotidiano hace que no se les preste mayor atención ni se les tome como objeto de estudio. Sin embargo, ellas constituyen la base de las relaciones hipnóticas que tienen lugar en el consultorio del médico que emplea hipnotismo terapéutico, en el laboratorio del experimentador sobre psicología, o en la escena del hipnotizador teatral.
Para la demostración de la equivalencia entre el hipnotismo deliberadamente inducido y las relaciones hipnóticas de la vida diaria, resulta muy interesante confrontar las recomendaciones de dos autores bastante conocidos, uno en el ambiente literario y otro e el ambiente científico. El primero es Dale Carnagie, con sus consejos para ganar amigos e influir sobre los demás, expuestos en su libro “Cómo Ganar Amigos e Influir sobre las Persona” (24). El segundo, Milton H. Erickson, que ha sido llamado “el hipnotizador clínicamente más astuto de nuestro tiempo”, con sus indicaciones representativas del proceder habitual de los terapeutas modernos como base para la inducción del estado hipnótico por el procedimiento natural.
Como se verá, las indicaciones dadas por estos dos autores son idénticas, pese a que uno de ellos se refiere a la mejor manera de tratar a la gente e influir sobre ésta , y el otro a la inducción hipnótica.
“Muestre simpatía por las ideas y deseos del prójimo”. (Carnagie)
“Vayan al encuentro de los deseos y la capacidad de comprensión del sujeto”. (Erickson)
“Consiga que la otra persona diga: “Sí, sí” inmediatamente”. (Carnagie)
“Hagan unas simples preguntas casuales, todas ellas determinando la respuesta “Si”. Cuando tienen a la persona diciendo “sí” a esto y “sí” a aquello, la persona ya es receptiva”. (Erickson)
“Permita que el prójimo salve el prestigio...” (Carnagie)
“Déjenle salvar el prestigio...” (Erickson)
“Llame indirectamente la atención sobre los errores de los demás”. (Carnagie)
“Es siempre mejor conseguir las cosas indirectamente” (Erickson)
“Interésese auténticamente por los demás,,,” “Hable siempre de lo que le interesa al prójimo”: (Carnagie)
(Explicando la que se hizo en una demostración) “Ella (la sujeto) sin duda sentía que yo estaba interesado e lo que ella decía y hacía y yo puse énfasis e su propio interés y bosquejé las posibilidades para ella”. (Erickson)
Podrían citarse muchos ejemplos de recomendaciones paralelas.
Tanto Erickson como Carnagie buscan que el sujeto se sienta motivado para actuar de acuerdo con los deseos de ellos.
Después de esta preparación, Erickson logra en el ambiente experimental o terapéutico que el sujeto realice tareas sencillas, como mla de mover una mano, cerrar los ojos, etc., y lo llama una “inducción hipnótica”, que puede ser “dormida” o “despierta”.
Carnagie obtiene un comportamiento más complejo en la vida diaria, como la firma de un contrato conveniente para ambos, y los llama “influir” sobre una persona.
Tanto Erickson como Carnagie propone actos adecuados al ambiente en que se encuentran, lo cual constituye un requisito importante para la inducción del estado hipnótico.
Por consiguiente, es evidente que la disposición emocional del sujeto para entrar en estado hipnótico no se logra con sugestiones de levantamiento de mano, o cierre de ojos, sino por la “preparación” sutil que las precede y gracias a la cual el sujeto puede reaccionar tanto a estas proposiciones como a proposiciones diferentes.
Watkins (25), ha dicho con razón que “ la inducción de un trance hipnótico no es cuestión de manipulación técnica, sino un problema de comprensión e interacción en el ambiente de una relación interpersonal íntima”.
A la vez que son extremadamente frecuentes, las relaciones hipnóticas de la vida diaria se encuentra en continua fluctuación.
Hay fluctuaciones cualitativas, que corresponden a la alternancia de los estados hipnóticos “positivos” y “negativos”, y fluctuaciones cuantitativas relacionadas con la prolongación de las relaciones hipnóticas.
Es muy fácil el pasaje de las formas positivas de la hipnosis que están asociadas a una actitud cariñosa y comprensiva, a las formas negativas, ligadas a una actitud autoritaria, lo cual reproduce la misma alternancia que existe en el estado emocional de un niño en el curso de sus relaciones con sus padres.
Siendo el estado hipnótico un estado emocional, su duración es breve (de varios minutos a varias horas después de haberse sustraído de la causa estimulante). Pero a igual que los estados emocionales restantes, el estado hipnótico puede ser reactivado, repetidamente. Un operador que ha inducido un estado hipnótico en un sujeto una vez, tiene probabilidades aumentadas de poder reactivar este estado en sus encuentros sucesivos con el mismo sujeto. Un simple saludo puede ser suficiente para reactivar un estado hipnótico. Si estas personas se encuentran diariamente y permanecen en contacto varias horas al día, la relación hipnótica puede ser permanente.
Pero esto no significa que la relación hipnótica se mantendrá por tiempo ilimitado, pues en cualquier momento ella puede ser interrumpida y bloqueada por una actitud contraria a los deseos o las convicciones de la persona. Este bloqueo transitorio o duradero, no solamente puede tener lugar en las relaciones Inter.-personales de la vida diaria, como por ejemplo, entre padres e hijos, sino también en el ambiente terapéutico o experimental, entre el hipnotizador y el sujeto, cuando el terapeuta, habiendo inducido el estado hipnótico una o dos veces, se encuentra imposibilitado para volver a hacerlo e las sesiones siguientes.
Llamamos relación hipnótica principal a la relación hipnótica constantemente reactivada, como la del niño y sus padres, y la que puede existir entre el alumno y el maestro, el creyente y el consejero religioso, o entre amigos íntimos, esposos, etc.
Las relaciones hipnóticas secundarias son las que se mantienen por poco tiempo.
La posibilidad de establecer relaciones hipnóticas secundarias con un número grande de personas, aumenta a medida que se amplía el círculo de contactos interpersonales de un individuo, como ocurre en el curso de su desarrollo normal desde su infancia. En determinado momento, una relación hipnótica secundaria puede llegar a ser la principal, y la principal puede volverse secundaria o desaparecer.
Admitimos que las relaciones hipnóticas principales juegan un papel capital en la educación, es decir en la elaboración de costumbres, conceptos, valores éticos y religiosos, etc. (todo lo que se comprende por educación). En esto se incluye la constitución de prejuicios.
Es comprensible la enorme importancia de las relaciones hipnóticas principales para la constitución de las convicciones y la personalidad de un individuo. Sus efectos, favorables o desfavorables, difícilmente podrán ser contrarrestados por otra persona que establece una relación hipnótica secundaria con el mismo individuo, y pretende “re-educarlo” en el curso de ésta.
La educación se efectúa sobre la base de dos relaciones hipnóticas: la de carácter positivo y la de carácter negativo.
¿Por qué en el proceso de la educación de los niños, algunos conceptos quedan firmemente grabados en las mentes de éstos y otros se esfuman rápidamente? Sobre esto influye el carácter positivo o negativo de las relaciones hipnóticas, como también el hecho de que los datos sean incorporados con emociones concomitantes o sin éstas. En todo caso, esta línea de capital importancia para la educación, requiere una investigación intensiva, pues hasta ahora no se ha relacionado la educación, con las relaciones hipnóticas.
Puede haber relaciones hipnóticas multipersonales. Es fácil comparar a la madre que tiene relaciones hipnóticas simultáneas con varios hijos, con el operador que induce y mantiene una relación hipnótica con más de un sujeto. Es también posible y conocido el hecho de que varios operadores comportan la relación hipnótica con una determinada persona.
Las relaciones hipnóticas pueden entrelazarse de manera muy diversa. Un individuo puede tomar a la vez el papel de “sujeto” en una relación hipnótica y de “operador” en otra (siendo a la vez “estimulado” y agente “estimulador”). Por ejemplo, Erickson (20) ha hecho un interesante experimento. Uno de sus ayudantes indujo el estado hipnótico en uno de los sujetos experimentales, a la vez Erickson indujo el estado hipnótico en ese ayudante. El sujeto experimental y el ayudante de Erickson entraron en estado hipnótico casi al mismo tiempo.
Además el estado hipnótico puede ser estimulado por factores impersonales emocionalmente significativos para aquella persona en especial, que con cierta frecuencia acompañaron este estado durante la época de elaboración de sus condicionamientos, como el estado de relajación muscular, la música, el sonido del agua o del viento, o las más diversas manifestaciones de la naturaleza e la forma de sonidos, aromas, colores, etc. Este estado, que llamamos auto-hipnótico, es experimentado por todas las personas en el curso de su vida, algunas más y otras menos, aun alcanzando mayores o menores profundidades hipnóticas. Los Yoghi (26), mediante un entrenamiento cotidiano, logran estados auto-hipnóticos profundos, con todos sus fenómenos.
Williams (27), ha descrito un número de circunstancias normales y corrientes de la vida diaria en las cuales los estados auto-hipnóticos tienen lugar con cierta frecuencia: la pesca en aguas tranquilas, el reposo en contacto con la naturaleza, escuchando el viento en la copa de los árboles, el ruido del mar, el zumbido de los insectos, etc., la entrada en la atmósfera solemne de un templo, el disfrute de la música, de ciertas formas de literatura, etc. Las reacciones a estos estímulos son netamente individuales; algunas personas entran en estado auto-hipnótico ante unos estímulos, otros con estímulos diferentes.
Asimismo, otro psicólogo, Maslow, ha destacado la importancia de un estado especial, experimentado con un grado superior de intensidad y frecuencia por las personas con salud psíquica ideal, que permite “derivar inspiración, fuerza y revivificación de la naturaleza, de la música o de otras experiencias básicas de la vida” y tener “una relativa estabilidad frente a los desengaños, los golpes, las privaciones, las frustraciones, etc...” (28). Tal estado emocional corresponde a la auto-hipnosis, si bien el mencionado autor no le aplica este nombre.
El estado auto-hipnótico, al igual que el estado hipnótico inducido por otras personas, tiene un efecto de estabilización emocional.
Como hecho interesante, hay que agregar que los estados auto-hipnóticos fueron conocidos por los pueblos primitivos, y los estímulos que los desencadenan han formado parte de los rituales de estos pueblos (bailes, batir de tambores, adoración del fuego, etc.) tanto en tiempos pasados como en la actualidad.
Mediante un entrenamiento suficiente, pueden lograrse estados auto-hipnóticos de una considerable profundidad, con todos sus fenómenos: insensibilidad al dolor, resistencia al cansancio, etc. (como los yogis). El desarrollo de la capacidad para entrar en estado auto-hipnótico puede ser acelerado por medio de una inducción hipnótica interpersonal.
Es corriente que un sujeto en quien se induce el estado hipnótico en el ambiente terapéutico o experimental, dé consejos de cómo se logra mejor la inducción hipnótica e él. Estas son las personas que entran frecuentemente en un estado hipnótico de cierta profundidad. Ellas piden que se hable más lentamente, o dicen que quieren tener la fantasía de estar recostados sobre la espalda, mirando el desplazamiento de las nubes, o imaginar que un ómnibus los arrulla con su ruido mientras observa el paisaje tras la ventanilla.
Hay otras personas que después de varias sesiones de inducción hipnótica, a menudo habiendo logrado un estado profundo, preguntan: “dígame, ¿cuándo me va a hipnotizar?” Cuando se les dice que han estado bajo estado hipnótico en varias sesiones, estos individuos se sorprenden y declaran que lo que sintieron en las sesiones o puede ser hipnotismo, pues se trata de un estado completamente normal que han experimentado repetidamente.
Estos ejemplos revelan una vez más la falta de diferencia entre el hipnotismo experimental y el de la vida diaria.
El significado de la Profundidad Hipnótica
Hasta los últimos tiempos se acostumbraba a hablar de estado hipnóticos “livianos”, “medios”, “profundos” y “profundísimos”, aun reconociendo que no existe ninguna delimitación precisa e éstos.
Esta clasificación se basaba e los fenómenos de comportamiento que el sujeto puede presentar en las diferentes etapas de la “profundización” del estado hipnótico, sobre lo cual pueden encontrarse en la literatura tablas de diferentes autores especificando los fenómenos que corresponden a cada etapa de profundidad. (Davies y Husban, (30); Friedlander y Sarbin, (31); LeCron y Bordeaux, (5) y otros.)
Ello constituye un criterio groseramente esquemático, porque es corriente encontrar que los fenómenos que un individuo logra e un estado hipnótico liviano sean logrados por otro solamente en un estado profundo, y viceversa.
Estas tablas indican por ejemplo que en el estado hipnótico liviano el sujeto suele presentar relajación muscular, inmovilización de la mirada, caída de sus párpados, etc., etc.; que en el estado medio hay además una cierta insensibilidad al dolor, ciertas ilusiones, etc.; y que en el estado hipnótico profundo, también llamado sonambulístico, el sujeto suele presentar la pérdida de sensibilidad al dolor o al cansancio, una influencia sobre el funcionamiento de diferentes vísceras, una confusión entre su propia imaginación y la realidad, etc., etc.
Estas escalas fueron confeccionadas sobre la base de los viejos procedimientos de inducción hipnótica que comienzan con sugestiones de sueño. Pero el concepto del hipnotismo como un estado de sueño ha pasado a la historia, siendo bien sabido que el estado hipnótico no requiere que el sujeto esté en estado de sueño, y que todos los fenómenos hipnóticos tienen lugar en el estado de “hipnotismo despierto”.
Puede encontrarse un ejemplo muy ilustrativo de hipnotismo despierto en una demostración de Erickson (29), quien llevó al estado hipnótico “sonambulístico” a una de sus estudiantes y bajo tal estado ella dio una larga conferencia científica referente al hipnotismo a un auditorio compuesto por psicólogos y psiquiatras, la mayoría de los cuales eran expertos en esta materia.
Al terminar, se preguntó al auditorio si alguien había notado algo anormal en el comportamiento de la conferencista. Nadie había notado ninguna anormalidad ni reconocido el estado hipnótico profundo bajo el cual ella se hallaba.
Este ejemplo muestra que en algunas formas de “sonambulismo” resulta difícil distinguir el estado hipnótico del estado no hipnótico. Una profundización mayor del estado hipnótico se revela por cierta lentitud en los movimientos de la cabeza, cierta pérdida de la movilidad facial, cierto embotamiento psíquico y motriz, etc.
Erickson (29) ha descrito el estado hipnótico profundísimo o estuporoso como un estado pasivo, que carece de la actividad espontánea del estado sonambulístico. Las reacciones del individuo se vuelven incompletas y retrasadas y éste se vuelve incapaz de apreciar su yo. De aquí se puede pasar a una marcada depresión de las funciones orgánicas, dando lugar a una aparente “animación suspendida”.
La moderna interpretación de la profundización del estado hipnótico (32) está vinculada al concepto de una retrogresión psicológica a un nivel más temprano del desarrollo de un individuo, lo cual concuerda perfectamente con la comprensión del hipnotismo como la reinstalación de una situación infantil.
La retrogresión se efectúa en forma continua, sin que haya etapas ni fronteras. El estado de hipnotismo “profundo” corresponde aproximadamente al funcionamiento psicológico de un niño de 1 a 3 años de edad, mientras que el estado “profundísimo” o estuporoso tiene las características de la psicología del recién nacido. Claro está que en este proceso retrogresivo, la persona no se despoja de toda la experiencia que ha adquirido hasta la fecha, sino, como lo indican Kubie y Margolin (33), la “canaliza” a través de un mecanismo psicológico menos maduro.
El paralelismo entre el comportamiento del sujeto en las etapas profundas de la hipnosis y el comportamiento del niño en las etapas tempranas de sus desarrollo, puede ser observado claramente en la confrontación de las siguientes características:
El niño es más espontáneo en su comportamiento, inhibe menos sus propios impulsos, entiende en forma más literal lo que se le dice, tiene menos sentido del humor, concentra más sus esfuerzos en un propósito limitado, al igual que la persona hipnotizada.
Entre las peculiaridades de la psicología infantil que se manifiestan en grado máximo en el niño de 1 a 3 años, ha de señalarse la noción muy imperfecta de la realidad. Kurt Lewin (34) indica que mientras el adulto diferencia claramente entre aquello que está solamente en su pensamiento y aquello que existe en el mundo exterior, el niño tiene gran facilidad para confundirlos.
Piaget (35) describe en el niño “una confusión entre lo que es interno y lo que es externo, o la tendencia a proyectar en el mundo exterior aquellos objetos que no son más que el resultado de su propia actividad mental...”
En sus juegos, hasta los niños mayores proyectan sus fantasías sobre los objetos más usuales. Un palo se vuelve caballo y es usado como tal. Una niñita puede atribuir las características de un bebé a un trapo atado con un cordel, del mismo modo que una muñeca muy bien hecha. Se dice que la imaginación de un niños es muy viva. La vivacidad de la imaginación también caracteriza el estado hipnótico de cierta profundidad.
La denominada “imaginación eidética” (o “visión fotográfica”) es también una característica del niño, si bien es estudio difícil antes de los seis años de edad. Gracias a ella, el niño puede mirar atentamente un objeto y más tarde “verlo” nuevamente, después de un período de tiempo que puede extenderse a años. La imagen eidética puede ser exacta o puede diferir del original en color, forma, detalle, etc. Allport (36) ha destacado que puede encontrarse la reproducción eidética de objetos muy complejos, con reconocimiento de detalles minúsculos que difícilmente hubieran sido retenidos en la memoria: los botones del saco de una persona que pasa, las letras de un aviso en idioma extranjero, la longitud y dirección de las sombras de un camino, etc. Quien “ve” eidéticamente suele presentar los mismos movimientos y las mismas expresiones faciales que se encontrarían en una persona que observa y describe objetos reales. Según datos de Klüver (37), hasta ciertas leyes fisiológicas de la visión se cumplen (como la aparición de colores complementarios o el fenómeno de Purkinge) La misma “visión fotográfica” (o su equivalente auditivo) constituye un fenómeno del estado hipnótico.
Tanto la imaginación muy vivas como el “eidetismo” son muy vecinas a la alucinación, que constituye una forma extrema de proyección del pensamiento propio en el mundo exterior Bernfield (38) afirma que “la niñez se distingue por sus imágenes alucinatorias más frecuentes y que el carácter alucinatorio de la representación mental constituye un elemento básico en el comportamiento infantil”. Ya hemos indicado que la alucinación constituye uno de los fenómenos más llamativos del estado hipnótico.
Mientras que el adulto requiere una racionalización de cualquier afirmación que se le hace y debe integrarla en el sistema de conocimientos que él ha constituido hasta el momento, el niño puede aceptar afirmaciones sin racionalización y fácilmente admite efectos “mágicos”. Los cuentos de hadas suelen ser aceptados pese a todas sus extravagancias. En esta forma, el niño puede aceptar con toda facilidad proposiciones extravagantes cuando éstas provienen de una persona que está en situación apropiada para dárselas y no contrarían sus propios deseos de aceptarla, al igual que el sujeto bajo estado hipnótico.
Es conocida la gran facilidad que tienen los niños para difundir sus impulsos psíquicos al funcionamiento de su cuerpo. La inestabilidad emocional (“nerviosismo”) de un niño fácilmente se expresa en vómitos, pérdida de apetito (o apetito excesivo), estreñimiento, etc. Muchos niños pueden vomitar a voluntad. El niño “interesado” en alguna actividad puede tener gran resistencia al cansancio, y se conoce la “catalepsia” (capacidad de mantenerse una parte del cuerpo inmóvil por largo tiempo) normal de los niños pequeños. Ya hemos indicado cómo la madre puede “sugerir” a un niño que se ha lastimado que su dolor calmará muy pronto, obteniendo efectivamente el alivio de ese dolor. El sujeto en estado hipnótico vuelve ha adquirir la misma capacidad.
También hay una equivalencia en el comportamiento caprichoso y antojadizo de un niño y el del sujeto hipnotizado.
Estas diferentes características tienen una base común: la insuficiencia de las inhibiciones. El niño, a diferencia del adulto, no inhibe la transformación de sus impulsos en acción (de lo cual deriva su “espontaneidad”), no inhibe sus fantasías por medio del sentido crítico, no inhibe la difusión de sus estímulos psíquicos a su cuerpo. La mencionada catalepsia resulta una anuencia de la sensación de cansancio que inhibe la realización de un esfuerzo máximo y evita que el adulto haga uso de las energías reservadas para situaciones de emergencia. Exactamente lo mismo puede decirse respecto a la persona en estado hipnótico de cierta profundidad.
Al igual que estas características fundamentales, todos los “fenómeno” hipnóticos (que serán descritos en el Capítulo III) reproducen modalidades de comportamiento que pueden encontrarse normalmente en los niños.
El recién nacido conserva ciertos rasgos del comportamiento fetal (estudiado con gran interés en los últimos años). Duerme o dormita aproximadamente el 80 % de su tiempo, y fuera de sus cortos períodos de vigilia solamente puede ser despertado por estímulos fuertes, como la incomodidad, el hambre, los ruidos fuertes o los cambios de temperatura. Tiene así la misma falta de contacto relativa con el mundo exterior que caracteriza al estado hipnótico profundísimo o estuporoso. (En un estudio experimental más preciso, Soltman, A. Westphal y C. Wetphal han comprobado que los tejidos musculares y nerviosos del recién nacido responden menos a los estímulos externos que los del adulto) (39, 40, 41).
La sensibilidad y las percepciones del recién nacido son imperfectas. En los primeros días de vida, su sensibilidad al dolor es débil. Luego, las sensibilidades cutáneas y auditivas son las que se desarrollan con mayor rapidez. Poco sabemos del estado de conciencia del recién nacido. W. James (42) presume que éste debe consistir en “una gran confusión exuberante y zumbante”. En forma comparable, existe una imperfección y un carácter borroso de las percepciones en el estado estuporoso.
El paralelismo entre el estado hipnótico profundísimo estuporoso y la psicología del recién nacido puede verse en el siguiente experimento (43).
Se eligió para este estudio experimental a una mujer inteligente de 34 años de edad, quien, tras un largo entrenamiento, había adquirido la capacidad de entrar en el estado hipnótico estuporoso.
En el curso de una sesión hipnótica, mientras ella o había alcanzado todavía el nivel más profundo, se le preguntó si estaba dispuesta a colaborar en un experimento, realizando una tarea que necesitaba de su inteligencia y capacidad de auto-observación para ser llevada a cabo satisfactoriamente y que ayudaría a aclarar un aspecto muy poco conocido del estado hipnótico. Ella aceptó gustosamente.
Se le dijo que debía observar muy cuidadosamente sus sentimientos e impresiones bajo el estado que ella juzgara ser el más “profundo” que era capaz de lograr, y relatarnos después lo que ella sintió en ese estado. El experimento podría durar 2-3 sesiones hasta que ella hubiese acumulado las experiencias y observaciones necesarias.
En las sesiones siguientes se lograron estados estuporosos, durante los cuales se introdujeron algunas variaciones en la actitud hacia ella, cambiando el tono de voz, haciendo ciertos ruidos, tirando de la frazada con la cual se cubría, etc.
Recién en la quinta sesión ella reveló un deseo de relatar lo que había sentido en el estado hipnótico profundo, estuporoso. Su relato fue registrado con un grabador de sonido.
“Es como si estuviese acostada en una cuna muy cómoda o sobre alguna nube. No se quiere nada, todo parece muy agradable, y uno no quiere salir de este estado La cabeza de uno no trabaja, no se puede hablar porque las palabras no vienen. No se piensa en nada, solamente se siente, y no se comprende lo que se siente. Las cosas son simplemente agradables o desagradables. Se siente con la piel o con los oídos. Cuanto menos trabaja la cabeza, tanto más sensibles se ponen la piel y los oídos. Uno oye todos los ruidos, pero ellos no molestan uno no los distingue, de dónde vienen y qué son. Solamente cuando aparece un ruido inesperado o desagradable, uno tiembla y quiere llegar o gritar para que este ruido desaparezca. Pero cuando se siente una mano tibia o una frazada calientita, es tan calmante, tan agradable, tan agradable. No se entienden las palabras, uno solamente quiere escuchar la voz. Si la voz se detiene es tan, es desagradable, como si se hubiese perdido algo importante. Si es agradable, uno quiere sonreírse o reír. Si se abren los ojos no se ven objetos, las cosas no son cosas, ellas no tienen perspectivas, ellas no son claras, sus márgenes son borrosos, como en una niebla, y uno las mira y no sabe lo que ve y no se da cuenta si está cerca o lejos. Cuando usted me está hablando, yo no comprendo las palabras, pero encuentro agradable oír una voz, ella me tranquiliza, y también me tranquilizo si siento una mano tibia sobre mi frente o una frazada suave alrededor de mí. Si oigo un ruido fuerte o hace frío, tengo sensaciones desagradables. Pero si siento que una mano está acariciando mi frente y oigo una voz suave, sonrío como si fuera involuntariamente y quiero apretarme contra la camilla. Uno no siente el cuerpo para nada, uno se siente tibio y cómodo. Pero uno se vuelve muy infeliz si la frazada cae de pronto (en ese momento la temperatura de la pieza era de 16 ° C.). Es tan desagradable. Uno se siente con frío y tiembla. Y si hay un ruido áspero e inesperado, éste golpea los oídos tan fuerte que uno siente un espasmo muy desagradable en todo el cuerpo, uno cierra los puños y sus piernas se endurecen. Uno quiere gritar y llora, y se siente muy desgraciado. Pero si oye una voz agradable, todo pasa, y una onda agradable inunda todo el cuerpo y uno quiere permanecer en este estado para siempre. Cuando uno oye una voz insistiendo que debe comprender las palabras habladas, uno quiere resistirse y en ese momento la cabeza empieza a trabajar y el estado agradable desaparece”.
Este experimento muestra claramente que la persona en estado estupososo tiene un embotamiento marcado de sus actividad mental, que sus percepciones son mal definidas con predominio de la sensibilidad de su piel y sus oídos, que le agrada oír una voz tranquilizadora, que siente en forma difusa lo agradable y los desagradable, tendiendo a reaccionar con todo su cuerpo en ambos casos; y que procura combatir lo que le resulta irritante por medio del llanto o del grito. Todos esto es muy similar al comportamiento de un niño de pocos meses de edad.
El estado de retrogresión a la psicología de la primera infancia, con todos los fenómenos que derivan de él, es una consecuencia natural de cualquier estado emocional lo suficientemente intenso (como el temor, la ira, la alegría, etc.)
No hay ningún fenómeno que se obtenga en la retrogresión psicológica hipnótica que no pueda producirse también en los estados retrogresivos desencadenados por las más diversas emociones de la vida diaria (44). Por ejemplo, una persona que tiene una profunda emoción de temor, suele ver u oír lo inexistente (alucinaciones), presentar manifestaciones psicosomáticas diversas, como una aceleración de su pulso, un disturbio digestivo, etc., movilizar recursos extraordinarios, como, por ejemplo, para correr con una velocidad que no lograría en su estado corriente.
Lo único que distingue la hipnosis es el hecho de que la reacción emocional alteradora o estabilizadora es estimulada deliberadamente.
La Sugestionabilidad y la Hipersugestionabilidad
Siendo el estado emocional hipnótico positivo equivalente al estado emocional que experimenta un niño al recibir las caricias de sus padres cuando él las necesita, este estado emocional hipnótico se acompaña invariablemente de una especial motivación, equivalente también a los deseos e impulsos que tienen los niños para aceptar las proposiciones y acceder a los pedidos de sus progenitores, pero esta aceptación e incorporación en sí mismo no se hace en forma pasiva, sino activamente.
Esta motivación es uno de los atributos básicos del estado emocional hipnótico. Constituye solamente una disposición emocional (23).
La sugestionabilidad es la expresión de la motivación del estado emocional hipnótico por medio de una actividad psíquica o física orientada a la ejecución de las proposiciones u órdenes recibidas, tanto verbales como implícitas o no-verbales.
Para que las proposiciones y las órdenes recibidas bajo el estado hipnótico ( a llamarse de aquí e adelante “sugestiones”) sean aceptadas y ejecutadas, es necesario que no contraríen las convicciones ni se opongan a los deseos o los intereses del individuo.
Existía la idea, muy difundida entre el público, pero completamente equivocada, que un sujeto puede ser obligado a hacer todo lo que el operador quiere.
En principio, el sujeto no hará jamás en estado hipnótico, de cualquier profundidad, lo que sus “convicciones” o su “conciencia” le impedirían hacer en su estado corriente. Un operador que da precisamente las proposiciones que concuerdan con la disposición del sujeto para aceptarlas, refuerza su relación hipnótica con éste pero el operador que da proposiciones que el sujeto se ve precisado a rechazar, debilita o destruye la relación hipnótica (bloqueo).
Esto ya se sabía en el siglo pasado. En la clínica del conocido neurólogo francés Charcot, se procuró obligar a una joven alumna en estado hipnótico profundo a desvestirse ante un auditorio de numerosos estudiantes. En vez de obedecer esta orden, la joven salió del estado hipnótico profundamente indignada. Es de suponer que una artista de variedades, acostumbrada a mostrarse en público con poca ropa, hubiese cumplido sin reparos la sugestión.
Todas las sugestiones deben ser dadas en un ambiente propicio, o precedidas de una explicación que satisfaga al sujeto.
En las diferentes etapas del desarrollo psicofisiológico del individuo, hay una variación en sus intereses, sus convicciones, sus deseos y sus impulsos, lo cual debe ser tenido en cuenta al darle sugestiones, para que éstas sean aceptadas.
Así el niño de primera infancia, que todavía no ha tenido suficiente experiencia en la vida, puede aceptar prácticamente todas las proposiciones que le den sus padres, con la sola excepción de aquellas que lo dañan físicamente, y aún éstas, mientras no ha tenido la experiencia de ese daño. Acepta las afirmaciones de que su perrito habla, que su dolor pasará al acariciar la madre la región dolorida, que las hadas y los Reyes Magos existen, etc.
Al avanzar la maduración, el individuo va acumulando experiencia, elaborando convicciones y desarrollando sus capacidades intelectuales, sus gustos, sus valores éticos, et.
Por ello, un individuo maduro ya no aceptará cualquier proposición que le sea dada en estado hipnótico, sino las proposiciones que puede incorporar a su propia psicología, sus pensamientos, sus costumbres, sus reglas morales, las convenciones sociales que ha aceptado, etc.
Llamamos “hiper-sugestibilidad” a la “sugestibilidad”* de una persona que tiene en ese momento un estado psicológico igual al que existe en la primera infancia, caracterizado por su falta de sentido crítico y de inhibiciones, tanto para la difusión de las representaciones mentales al cuerpo, como para la proyección de las fantasías en el mudo exterior.
(*: usamos indistintamente las voces sugestibilidad o sugestionabilidad y los términos con ellas compuestos)
La hipersugestionabilidad existe en el estado hipnótico profundo (dado que la profundidad hipnótica corresponde a una retrogresión a la psicología de la primera infancia), como también en los estados de retrogresión psicológica causados por cualquier otra emoción los suficientemente intensa, habitual en la vida diaria- como por ejemplo, el temor. Gracias a la hipersugestionabilidad pueden obtenerse los diversos “fenómenos hipnóticos”, como las alucinaciones, las modificaciones viscerales de origen psíquico, etc., que serán analizados en el Capítulo III.
La sugestión y la hiper-sugestibilidad solamente movilizan las capacidades que están dentro del individuo. Ellas no pueden crear ni talentos n habilidades que el individuo o tiene. Es completamente fantástico el tema de la novela de George Du Maurier “Trilby”, adaptado para la película cinematográfica “Svengali”, que presenta al la heroína Trilby, totalmente carente de capacidad para el canto, transformándose en una gran cantante bajo la influencia de las sugestiones dadas por el hipnotizador Svengali.
La sugestionabilidad constituye la base para la educación y re-educación. En el transcurso de sus relaciones hipnóticas principales, mantenidas por constante reactivación durante años, el individuo absorbe e incorpora a su propia personalidad la atmósfera de convicciones, prejuicios, nociones éticas, apreciación de valores, etc., de los ambientes correspondientes.
Parte de ello se absorbe con la sola participación del estado emocional hipnótico, mientras que en otra parte, el estado emocional hipnótico se acompaña de otras emociones concomitantes. Por ejemplo, una superstición puede ser incorporada por algunas personas con una emoción de pavor, mientras que otras personas la incorporan sin emoción alguna.
Las sugestiones verbales y no verbales incorporadas en el curso de la educación podrían durar mucho tiempo después de la terminación de la relación hipnótica que les dio origen. Este conjunto de sugestiones constituye VERDADERAS SUGESTIONES POST-HIPNÓTICAS.
Pese a ello, puede ocurrir que a la larga, la experiencia vital del individuo le obligue a desechar algunas de estas convicciones, y que nuevas relaciones hipnóticas prolongadas , de tipo principal, tengan un efecto re-educador.
La persona tendrá en el futuro una receptividad especial, más o menos marcada según las circunstancias, para aquellos datos provenientes de lecturas, películas cinematográficas, conversaciones post-hipnóticas emocionalmente incorporadas.
Los datos de esta índole desencadenan en circunstancias adecuadas el mismo estado emocional de variable intensidad que originariamente le estaba ligado. Es un hecho corriente en la vida diaria que un recuerdo estimule cierta emoción profunda.
En tal caso, la persona desarrolla en sí misma un estado auto-hipnótico de mayor o menor intensidad.
Si la persona en estado auto-hipnótico tiene la oportunidad de entrar en contacto con alguien que, a su parecer, puede ser un efectivo representante de las convicciones o prejuicios cuya estimación estuvo en el origen de su estado emocional actual, habrá una trasformación espontánea de este estado auto-hipnótico e una relación interpersonal hipnótica. Para esto basta con que la segunda persona haga un solo gesto o diga una sola palabra plenamente concordante con las convicciones y prejuicios en cuestión. Ilustraremos esto con ejemplos en el capítulo referente a la Inducción Hipnótica.
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