15 marzo, 2006

IV-LA INDUCCIÓN DEL ESTADO HIPNÓTICO

IV -LA INDUCCIÓN DEL ESTADO HIPNÓTICO

Generalidades

Los procedimientos que resultan eficaces para la inducción del estado hipnótico en la práctica tienen la apariencia superficial de ser heterogéneos y mutuamente irreconciliables. En algunos casos se induce dicho estado mediante el mismo procedimiento con el cual la madre tranquiliza y arrulla a su hijo; en otras ocasiones se golpea bruscamente un gong o se obliga al sujeto a mirar fijamente una luz centelleante, a tocar una vara “magnetizada”, etc.

Sin embargo, por debajo de esta heterogeneidad existe un principio básico, que surge de la naturaleza del estado hipnótico en sí.

Lo que se hace en todos los casos consiste meramente en estimular al sujeto, por unos u otros medios, para que él desarrolle una reacción emocional de intensidad aumentada, de modalidad estabilizadora o alteradora (1).

Como veremos más adelante, estos medios han de variar según la idiosincrasia del sujeto, las convicciones previas de éste, el ambiente individual o colectivo en que se efectúa la inducción hipnótica, etc., etc.

En algunas ocasiones el operador debe poner todo su esfuerzo e ingenio en hallar los medios y procedimientos adecuados para el caso individual de su sujeto. Esto constituye la inducción hipnótica directa o activa (2).

Otras veces, el operador es un elemento completamente pasivo, un mero catalizador de las convicciones referentes a su prestigio, de las pre-sugestiones, o de los prejuicios que ya tiene el sujeto. Estos son los elementos decisivos de la inducción hipnótica por vía indirecta, siendo a menudo indiferente lo que diga o haga el operador (2).

En la práctica, las vías directa e indirecta de inducción hipnótica suelen combinarse, con predominancia de una o de otra.

Inducción Hipnótica Mediante el Procedimiento Natural o Directo

En estos procedimientos, el sujeto es estimulado a desarrollar en sí mismo el estado emocional hipnótico por un operador (en el ambiente experimental o terapéutico) o por cualquier otra persona (en un ambiente de la vida diaria), que asume una actitud análoga a la que suelen asumir los padres para provocar un estado emocional hipnótico positivo o negativo en sus hijos.

Ya hemos indicado que la actitud comprensiva y aceptadora se asocia al estado emocional hipnótico positivo y la actitud autoritaria al negativo. Por medio de estas actitudes (y no de técnicas) se estimulan los condicionamientos y las asociaciones a la entrada en el estado emocional hipnótico que el sujeto había desarrollado en su vida, y si el sujeto está emocionalmente dispuesto para ello desencadena el desarrollo de dicho estado.

Ambrose (4), Rosen (5), LeCron y Bordeaux, (6) y muchos otros autores contemporáneos han destacado especialmente la equivalencia entre la inducción hipnótica por medio de la actitud comprensiva y aceptadora y la relación entre los padres y los hijos.

Ya describimos en el capítulo “El Estado Hipnótico” la equivalencia entre los consejos de Erickson referentes a la “preparación del sujeto para la inducción deliberada del estado hipnótico” y los consejos de Carnagie para “ganar amigos e influir sobre las personas” en la vida diaria. En realidad, no se trata de una preparación sino de la inducción hipnótica en sí, pues las manifestaciones de una actitud comprensiva y aceptadora suelen estimular los condicionamientos y las asociaciones a la entrada en el estado emocional hipnótico.

El psiquiatra australiano A. Meras (3) da consejos muy semejantes a los médicos que quieren lograr una reacción hipnótica “positiva” con sus pacientes, destacando la importancia de prestar atención a la actitud que se asume desde el primer momento de la entrevista.

Además, la entrada en estado hipnótico tiene invariablemente asociaciones con la “relajación muscular” o el “ablandamiento” o “la ausencia de tensiones”, pues desde su más temprana infancia, el sujeto se había ablandado cuando su madre lo acariciaba y arrullaba.

He aquí una ilustración de una de las muchas maneras en que se puede proceder y hablar en la práctica, para inducir el estado emocional hipnótico con fines clínicos o experimentales:

Se comienza dando algunas explicaciones perfectamente racionales al sujeto, que son adecuadas a las circunstancias y que él no tendrá dificultad alguna en aceptar. Puede decírsele:

“El procedimiento terapéutico que vamos a emplear con usted es un procedimiento de ablandamiento, que consiste e entrenarlo a dejar todos los músculos del cuerpo flojos, libres para acomodarse como quieran, y para descansar efectivamente.
Quienes experimentan este ablandamiento, lo encuentran agradable- descansan perfectamente, dejan correr sus ideas, pierden la tensión que los había estado agotando...- Hay personas que, al entrar en este estado, tienden a dar expresión a sus emociones...Pueden querer reír, llorar o hablar. A veces se avergüenzan de su espontaneidad y tratan de detener el estado de ablandamiento...Usted debe sentirse en completa libertad y no tratar de retener sus emociones...pues está en un consultorio médico...y todas estas reacciones son completamente naturales.

“Hay personas que logran un buen ablandamiento en la camilla...otras prefieren un sillón...cada persona elige lo que le resulta más cómodo...Algunas eligen la camilla y luego, al cabo de cierto tiempo, cambian al sillón...todo depende de la comodidad que logran encontrar...De usted depende la elección para empezar...Elija...y ahora...póngase bien...bien...cómodo...busque la posición más cómoda para usted...la posición que le hará más fácil ablandarse...Puede recostarse sobre el respaldo..apoyar su cabeza...póngase cómodo...todo lo cómodo que pueda...puede cruzar las piernas...poner sus manos sobre los brazos del sillón...o sobre su falda...Elija usted la posición que le es más cómoda...en la cual se siente mejor...y puede descansar mejor...”

Ser reduce luego la variedad de las palabras, cuidando de mantener una voz de tono y cadencia agradables. A la vez, pueden hacerse leves roces sobre el cabello, el brazo, o la mano del sujeto. Así se continúa:

“Ablándese usted...deje su cuerpo tan blando,...blando...que no quede ninguna tensión...ni un solo músculo tenso...como si estuviese en una bañera llena de agua tibia...y su cuerpo estuviese flotando en esa agua...blando...calientito...y cómodo...sin ninguna tensión en su cuerpo...

“Deje ablandar los músculos de su cuello...bien blandos...ablande los músculos de su cara...de su frente...de su mentón..deje que todos los músculos de su cara se ablanden...se ablanden bien, bien...Ablande sus brazos...y déjelos reposar cómodamente ablandados...muy cómodos...y bien ablandados...Ablande sus piernas...y deje que todo su cuerpo se ablande...déjelo ablandarse y estar cómodo..muy...muy ...cómodo.

“Y mientras todo su cuerpo está descansando...cómodo...blando...deje que su mente también descanse...usted está cómodo...nada lo molesta. Si quiere puede escuchar lo que ocurre a su alrededor..pero nada de ello le interesa...Ablándese usted...ablande bien todo su cuerpo...y disfrute de este estado...blando...cómodo...y agradable...”

Se puede continuar en la misma forma, con algunas variantes en las palabras o en los temas hasta que se observen señales de relajación muscular en el sujeto: un borramiento de líneas faciales, una inmovilización y expresión particular de los ojos, una caída fláccida de los miembros, y un aspecto general comparable al de un niño que descansa. Podemos afirmar entonces que el sujeto ha entrado en estado emocional hipnótico, sin haber recibido sugestiones de sueño y sin haber cerrado los ojos, en un típico “hipnotismo despierto”. El sujeto ya puede lograr los fenómenos hipnóticos de acuerdo con sus capacidades individuales.

Para inducir el estado emocional hipnótico, se puede hablar de una infinidad de temas, que pueden depender de la preferencia del terapeuta o de los deseos del sujeto.

Así, Erickson (7) ha llevado a un estado hipnótico profundo a una persona mientras ésta fumaba, hablándole en forma casual acerca de los placeres de fumar...en un cómodo sillón...mirando el humo que asciende...sintiendo la facilidad de levantar el cigarrillo a la boca...el sentido interno de satisfacción al absorberse en el acto de fumar...cómodamente...sin preocuparse por las cosas exteriores...etc.

Algunas personas adquieren el estado hipnótico con gran rapidez, en el curso de uno o dos minutos.

Si el sujeto no reacciona, hay que aceptar su comportamiento como un hecho natural y corriente, prolongar el monólogo, darle una explicación racional de lo que se busca, y preguntarle qué prefiere que se haga para que pueda ablandarse mejor. El sujeto puede decir que se varíe más el tema del monólogo, o que le gustaría imaginar que está viajando en un tren, mirando por la ventanilla, etc., etc.

Cuando se ha inducido el estado hipnótico con fines terapéuticos, no juega papel decisivo la profundidad de este estado, y el terapeuta procede como se indicará en otro capítulo.

Pero si el sujeto fue llevado al estado hipnótico con fines experimentales y se quiere obtener el estado hipnótico más profundo (el mayor grado de retrogresión psicológica) que se pueda alcanzar, se prosigue del modo siguiente:

En primer lugar hay que recordar que el operador que ha logrado hallar y estimular los condicionamientos y las asociaciones al estado hipnótico, ha dado un impulso al desarrollo de este estado por el propio sujeto. Lo más importante ahora es no perturbar este desarrollo del estado hipnótico, que el sujeto puede profundizar por sí mismo, con muy poca estimulación.

Por esto, conviene alternar períodos e que se habla y períodos en que se guarda silencio. Como regla general, hablamos durante treinta segundos a un minuto, y luego decimos al sujeto que él podrá continuar ablandándose solo, y entrar en este estado de ablandamiento cada vez más profundamente...

Pasados unos cinco minutos, se le vuelve a decir: “usted descansa...y se siente cómodo...ablandándose más...continúe ablandándose...su cabeza recostada sobre el respaldo el sillón está muy cómoda...todos sus músculos están flojos...usted se siente cómodo...y le resulta agradable este estado...usted continúa entrando más y más profundamente en este estado...Ablándese solo...Yo permaneceré a su lado...y dentro de cinco minutos le hablaré nuevamente...ablándese más y disfrute este estado...”

Se continúa de este modo hasta lograrse la profundidad hipnótica (retrogresión psicológica) que se requiere para los fines experimentales.

LeCron (8) ha descrito la obtención de estados hipnóticos estuporosos profundísimos mediante el mismo procedimiento, con la diferencia de hablar durante cinco a diez minutos y guardar silencio durante el mismo período de tiempo.

La profundización del estado emocional hipnótico es un proceso puramente individual. Algunos sujetos alcanzan inmediatamente su estado hipnótico más profundo, otros requieren horas de entrenamiento y diferentes variaciones en el modo de proceder con ellos. Por ejemplo, en algunos casos se obtiene más fácilmente la profundización hipnótica si se alternan los procedimientos positivos y negativos, o como los llama Ferenczi (9) la hipnosis “materna” y la “paterna”.

Frecuentemente, el operador quiere asegurarse que el sujeto ha desarrollado el estado hipnótico y tener una idea acerca de la profundidad de dicho estado.

Una prueba muy sencilla del estado hipnótico consiste en tocar muy levemente las pestañas del sujeto y comprobar la abolición del reflejo de cierre de los párpados. Es de interés el hecho que, en el curso de una sesión hipnótica, este reflejo suele desaparecer y reaparecer repetidamente, lo cual indica que el estado hipnótico no es inmutable sino que tiene oscilaciones espontáneas de mayor y menor profundidad.

En el ambiente psicoterapéutico, la profundidad hipnótica se aprecia de modo muy sencillo. Se hace al sujeto alguna pregunta muy simple, por ejemplo, ¿está cómodo? Y se observa su modo de responder. El individuo bajo estado hipnótico liviano responde prontamente. En cambio, quien está en un estado hipnótico más profundo contesta con cierta dificultad, apenas susurrando la palabra “sí”, o haciendo un simple movimiento de los labios, o no contesta en absoluto.

Cuando la inducción hipnótica se hace con fines quirúrgicos u odontológicos, resulta adecuado hacer la prueba de la analgesia. Se previenen al sujeto que se va a comprimir su dedo y que él sentirá la compresión pero la tolerará perfectamente. Luego se hace una fuerte compresión y se observa la expresión facial del sujeto. Es importante no decirle que él no sentirá la compresión pues el sentido del tacto se conserva mucho más que la sensibilidad dolorosa.

En el laboratorio de experimentación es corriente buscar el fenómeno de levitación de la mano como prueba del estado hipnótico, diciendo con voz suave al sujeto: “Mientras usted descansa...su mano se pone liviana..muy liviana...pronto subirá en el aire...cuanto más profundo s su descanso tanto más subirá su mano en el aire...está subiendo lentamente...etc., etc....” no es válido como índice del estado hipnótico un ascenso rápido y deliberado de la mano, sino un levantamiento lento y pausado.

También se han utilizado pruebas “desafiantes” por ejemplo, diciendo al sujeto que trate de separar sus manos entrelazadas a la vez que se afirma de modo categórico y autoritario que él no podrá hacerlo. Esta prueba, al obligar al sujeto a realizar un esfuerzo incompatible con un estado hipnótico de cierta profundidad, puede causar la salida del estado hipnótico.

Claro está que en el ambiente terapéutico estas pruebas no son necesarias ni adecuadas, pues como dice Meares con mucha razón (10), “ellas tienen una cualidad dramática o extravagante, con sabor a teatro de variedades y son capaces de alterar al paciente sensible, siendo inadecuadas para la práctica del consultorio”.

Hasta el momento hemos hablado solamente de los procedimientos que aprovechan los condicionamientos para el estado hipnótico positivo (derivado de las actitudes cariñosas y comprensivas de los padres hacia sus hijos). Pero este procedimiento no es aplicable a todos los sujetos. Hay una minoría de individuos que entran en un estado hipnótico mejor y más rápidamente con la ayuda de la relación hipnótica negativa (derivada de los condicionamientos para las actitudes severas y autoritarias de los progenitores). De acuerdo con nuestra experiencia, corresponden a este grupo los niños de seis a nueve años de edad, como también los adultos que han crecido en un ambiente familiar que los sobreprotegía sistemáticamente.

Para estos casos, la entrevista se conduce de una manera completamente diferente de lo que se ha dicho con referencia al estado hipnótico positivo. En vez de pedir, se exige, y en vez de persuadir, se dan órdenes, aunque estas exigencias y estas órdenes deben ser graduadas de acuerdo con lo que el sujeto puede aceptar.

Llevando la actitud autoritaria a un grado extremo, Woolman y Jacoby (11) describen un procedimiento “en el cual el niño es tomado y empujado bruscamente sobre una silla, con la orden “¡DUERME!”, con la cual se obtiene un estado hipnótico profundo.

También se puede recurrir a estímulos físicos, intensos y sorpresivos, como en el histórico procedimiento de Charcot que iba al extremo de golpear un gong o hacer explotar pólvora de algodón en la proximidad del sujeto.

Como ya se ha dicho el estado hipnótico negativo puede pasar con gran facilidad al positivo, y viceversa. Por lo cual se puede comenzar la inducción hipnótica en forma autoritaria, lo que determina un estado emocional hipnótico negativo y luego pasar a la actitud persuasiva que conduce al estado hipnótico positivo, o proceder a la inversa.

Para terminar la sesión, decimos, por ejemplo, al sujeto: “Posiblemente usted se ha ablandado muy bien...y descansado muy bien...y se siente muy tranquilo...sin ninguna tensión...Daremos esta sesión por terminada...hasta su próxima visita...”

Normalmente la persona se levanta del sillón. Algunos se van en seguida, otros se detiene a comentar sus impresiones. Pero hay casos muy raros (hemos tenido dos de ellos) de sujetos que, habiendo alcanzado un estado hipnótico profundo, no quieren terminar la sesión y permanecen en el sillón o la camilla sin querer levantarse. Al decírsele que la sesión está terminada y que se levante, esta persona revela una expresión de capricho, semejante a la de un niño negativista de tres años de edad (sabemos que se halla en estado retrogresivo), mueve la cabeza, frunce los labios y dice “¡No quiero!”

Le seguimos diciendo suavemente que ha estado descansando durante una hora, que este tiempo es suficiente, que la otra sesión será más larga, y que se levante. Nuevamente sacude la cabeza y dice “¡No quiero!” Si se tiene suficiente tiempo, se le puede decir que descanse cuanto quiera, y que él mismo se levantará cuando desee hacerlo. Generalmente no queda en este estado más de media hora. Pero si hay apuro, es inútil seguir hablando en forma persuasiva, pues ello solamente aumenta la terquedad del sujeto. En estos casos es preferible cambiar la actitud de persuasiva a autoritaria, siendo preferible hacerse una “transmisión de contralor hipnótico” a otro operador, quien dirá con tono severo: “Comprendo que este estado es muy agradable, y que usted no quiere salir de él, que le gusta desentenderse de las preocupaciones de la vida diaria. Pero usted podrá lograr el mismo estado en la habitación contigua, donde hay un sillón tan cómodo como éste, en el cual usted podrá continuar su estado de ablandamiento. Levántese y vaya a la otra pieza, si no lo hace, otra persona podrá ocupar ese sillón. ¡Levántese...rápido...!¡Más rápido!...Se le trata como a un niño caprichoso.

Muchos creen que la repetición de las inducciones hipnóticas hace que éstas sean más rápidas y fáciles, lográndose estados hipnóticos más profundos en el sujeto en cada nueva sesión. La práctica demuestra que tal noción es errónea, salvo para el caso especial de un limitado grupo de personas “hipnófilas” (mediums).

Inducción del Estado Hipnótico Mediante Procedimientos Indirectos

Este grupo comprende las técnicas ideadas en los siglos pasados, cuando el hipnotismo era comprendido como algo misterioso, o como el resultado de una dominación de una persona sobre otra. En la actualidad, estas técnicas son utilizadas principalmente para las demostraciones teatrales, aunque hay también quienes se valen de ellas para fines terapéuticos o experimentales, no pudiendo desligarse del pasado.

Nos referimos aquí a las técnicas de efecto misterioso o de empleo tradicional, como, por ejemplo, las miradas fijas, las bolas de cristal, las varas de hierro supuestamente magnetizadas, las luces centelleantes, y cientos de otros procedimientos, olvidados, existentes, o posibles, todo lo que pueda crear la imaginación de los hipnotizadores tanto teatrales como experimentales, en concordancia con la mentalidad y credulidad de su época.

A primera vista, todo ello parece esotérico y vinculado a fuerzas sobrenaturales, aparentemente sin responder a ninguna ley común. Pero este misterio no es más que un castillo de naipes que se derrumba con la mayor facilidad. Por extraño que parezca, estos sistemas de inducción hipnótica tienen como fundamento el procedimiento directo que acabamos de describir. En estos casos, los “poderosos hipnotizadores” no son más que simples receptores de la transmisión de contralor hipnótico de los individuos que han establecido relaciones hipnóticas directas con el sujeto en la vida diaria. Esta transmisión también puede derivar de determinadas pre-sugestiones.

Esto se podrá comprender mejor analizando algunos casos concretos.

El psicólogo Hugo Biegel (12) hizo un experimento con un grupo de estudiantes nocturnos en un instituto de enseñanza secundaria. Todos ellos ya habían actuado anteriormente como sujetos en el trabajo de hipnotismo experimental de Biegel, es decir, todos ellos habían sido llevados al estado hipnótico por él, en repetidas ocasiones.

Este experimento fue hecho con el fin de investigar los efectos de las sugestiones pre-hipnóticas. Biegel reunió a su grupo de estudiantes y les presentó a una persona que no conocían, diciendo que se trataba de un joven amigo que quería aprender a hipnotizar, y que le gustaría saber si su amigo podría hipnotizar a algunos de los presentes. Intencionadamente se dio una noción falsa a los estudiantes- pues el llamado “joven amigo” era en realidad un médico competente, que practicaba inducciones hipnóticas con fines terapéuticos y experimentales y había logrado sus mejores resultados precisamente con gente joven como ellos. Tras esta presentación, el amigo de Biegel no logró inducir el estado hipnótico en ninguno de los estudiantes presente, a pesar de haber intentado hacerlo con los individuos que anteriormente habían sido los más fáciles de hipnotizar. Ocurrieron hechos curiosos: todos estos estudiantes tomaron los actos y palabras del médico con escepticismo, críticas y risas, y hasta unos le daban instrucciones técnicas acerca de lo que él debía hacer con los otros.

En un seminario sobre hipnotismo para post-graduado, realizado en Los Ángeles en diciembre de 1953 (1), una de las asistentes a las clases fue llamada por un instructor para actuar como sujeto de Erickson en una demostración de inducción hipnótica, y entró en un estado hipnótico muy profundo cuando Erickson no había hecho más que invitarla a sentarse en un sillón.

Cuando algunos de los presentes la rodearon luego para preguntarle acerca de su experiencia en dicha sesión hipnótica, ella manifestó que era la primera vez que la hipnotizaba Erickson, y que había entrado con tanta rapidez en el estado hipnótico “porque Erickson tenía un enorme prestigio para ella, y ella había deseado siempre ser hipnotizada por él” (2).

Averiguamos más adelante que ella había colaborado sistemáticamente con el instructor que la había llamado, actuando desde tiempo atrás como su sujeto en investigaciones y demostraciones de hipnotismo, y que dicha persona le había hablado continuamente en forma muy elogiosa de Erickson, destacando sus condiciones de hipnotizador de extraordinaria capacidad y de psiquiatra renombrado.
* * *

El siguiente experimento fue efectuado por los autores:
Elegimos dos señoritas, una de veinte y otra de veinticinco años de edad, a quienes estábamos tratando por tartamudez con hipnoterapia, pero a quienes nunca se les dijo que su tratamiento tenía que ver con el hipnotismo, sino que se trataba de un “procedimiento de ablandamiento”. En el curso de su “tratamiento por ablandamiento” ambas habían logrado desarrollar estados hipnóticos bastante profundos.

Dijimos a cada una de ellas por separado, que recientemente había venido de España un médico famoso, que trataba las tartamudeces por medio de un procedimiento nuevo, haciendo uso del hipnotismo con grupos de pacientes, a quienes hacía mirar fijamente una bola de cristal, y si ellas tenían interés en probar esta forma de tratamiento, podían venir exactamente dentro de una semana, para recibir un tratamiento de prueba. Ambas aceptaron gustosamente esta proposición.

Aparte de esto, averiguamos que una de las jóvenes, que venía del campo y tenía escasa instrucción, no conocía la palabra “hipnotismo” ni asociaba nada con ella, si bien era supersticiosa y creía en fuerzas ocultas.

La otra, una empleada de oficina, quien también era supersticiosa. Declaró que el hipnotismo resulta de un poder misterioso que tienen ciertas personas con ojos fríos y penetrantes, y que al ejercer este poder sobre otros, pueden leer sus pensamientos u obligarles a hacer cualquier cosa. Ella había presenciado una demostración de hipnotismo teatral y había sentido ese poder a distancia, pues cuando el hipnotizador dijo al público que no podrían separar sus manos, ella había sentido sus dedos trabados, y había temido ser llamada a escena, pero afortunadamente, llamaron a otros. Siendo niña, había oído hablar por primera vez del hipnotismo en la casa de su tía.

El día indicado ellas fueron presentadas a este “famoso médico hipnotizador”, quien en realidad era un maestro jubilado del interior del país, quien no sabía nada acerca del hipnotismo, aparte del hecho de haber presenciado una demostración de hipnotismo teatral, hacía alrededor de treinta años. El había aceptado colaborar en nuestro experimento y asumió muy satisfactoriamente el papel de un hipnotizador de los tiempos de Mesmer.

Con un tono de voz autoritario ordenó a ambas jóvenes que mirasen sendas bolas de cristal, y les dijo que al mirar esas bolas muy fijamente...sus ojos se estaban cansando...sus párpados se estaban volviendo pesados...pesados...muy pesados..., etc. La joven que conocía el hipnotismo entró casi inmediatamente en un estado hipnótico profundo, mientras que la chica del campo no reaccionó en absoluto.

Varios días después, la chica del campo comentó sus impresiones, diciéndoos que el médico-hipnotizador le había hecho recordar a un sacerdote que había enseñado en su escuela, y que a ella no le había gustado su forma imperativa de hablar.

La empleada de oficina dijo que había una diferencia radical entre el tratamiento con relajación y el tratamiento bajo estado hipnótico, porque el primero le producía un estado agradable y descansado, con sentimiento de tranquilidad y seguridad, mientras que el “estado hipnótico” le excitaba los nervios y le causaba inquietud, y que cuando ella quiso abrir sus ojos y no pudo, experimentó el mismo estado que había tenido en el teatro cuando le dijeron que quería separar sus manos pero no podía.

Esta diferenciación entre el “estado de relajación” y el “estado hipnótico” estaba plenamente justificada, pues en el primer caso se trataba de un estado hipnótico positivo, que utilizamos en psicoterapia, y en el segundo caso, de un estado hipnótico negativo. Estos estados ya han sido definidos y sabemos que cada uno de ellos se transforma fácilmente en el otro ante un cambio de actitud del operador

* * *

¿Qué tienen en común estos tres casos?

En el primero, el experimentador ya tenía una relación hipnótica con el grupo de estudiantes, y pudo dar a éste* una sugestión indirecta que tuvo el efecto de bloquear toda posibilidad de establecimiento de una relación hipnótica entre cada uno de los estudiantes y su “amigo”. En este caso, hubo un actor decisivo: la “trasmisión de relación hipnótica” en sentido inverso. El propio Biegel interpreta el resultado de su experimento como debido a una falta de “prestigio”.

En el segundo ejemplo, Erickson “indujo” un estado hipnótico profundo con sólo decir a la sujeto que tomase asiento en el sillón. Aquí, a diferencia del caso anterior, ya intervinieron dos factores, cuya importancia comparativa es difícil de definir.

Por un lado, hubo una transmisión indirecta a Erickson de la relación hipnótica que el instructor tenía con la sujeto.

Los experimentos hipnóticos sistemáticos del instructor con esta mujer indican que había una relación hipnótica de tipo principal entre ellos. El hecho de que el instructor la invitó personalmente a ser la sujeto de Erickson, sirvió para re-establecer su relación hipnótica con ella y al mismo tiempo transmitir esta relación a Erickson

Por otro lado, en el transcurso de su relación hipnótica con el instructor, la sujeto le había oído hablar sistemáticamente acerca de la capacidad extraordinaria de Erickson como hipnotizador y psiquiatra, por lo cual, según su propia expresión, ella “había deseado siempre ser hipnotizada por Erickson”. Esto indica que dichos datos habían sido incorporados por ella con cierta emoción.

El encuentro con Erickson fue plenamente suficiente para que ella entrase en u estado auto-hipnótico de considerable intensidad, y posiblemente con una retrogresión psicológica marcada. Este estado auto-hipnótico se trasformó en una relación interpersonal hipnótica con Erickson por el solo hecho de haberla invitado a sentarse con él en el sillón.

Finalmente, en el tercer caso, una persona completamente profana en cuanto a conocimientos del hipnotismo en general y de la inducción hipnótica en particular, logró en menos de un minuto inducir un estado hipnótico profundo en una de los sujetos- precisamente en aquella que tenía una idea bien definida del hipnotismo, a la cual se adaptó la actitud de dicha persona.

En este caso, también participaron dos factores: una transmisión indirecta de la relación hipnótica de nosotros al maestro jubilado, y el desencadenamiento de un estado auto-hipnótico, que se transformó luego en una relación interpersonal hipnótica por el mecanismo ya indicado, pues es evidente que la joven había incorporado conceptos emocionalmente significativos para ella referentes al hipnotismo y a los hipnotizadores en el curso de su educación, habiéndolos reactivado y reforzado en su vida, particularmente cuando presenció la demostración de hipnotismo teatral en la cual no pudo separar sus manos.

La bola de cristal que utilizó el operador en nuestro experimento pudo haber sido sustituida con el mismo éxito por el uso de luces brillantes, pases misteriosos, o cualquier otro recurso adecuado a la mentalidad del sujeto.

La otra joven no entró en estado hipnótico a pesar de los esfuerzos del “hipnotizador” porque la palabra “hipnotismo” carecía de significación para ella. Aún la transmisión indirecta de la relación hipnótica que habíamos efectuado no dio resultado, porque la actitud autoritaria del “hipnotizador” no fue adecuada para su caso particular. Si el “hipnotizador” hubiera asumido ante esta chica de campo una actitud aceptadora, posiblemente se hubiera logrado una inducción hipnótica.

Comparando los casos segundo y tercero, vemos que el maestro jubilado, totalmente desconocedor del hipnotismo, logró inducir un estado hipnótico casi instantáneamente, y que el renombrado hipnotizador y psiquiatra de gran prestigio, Erickson logró el mismo efecto con la misma rapidez. El éxito en estos casos no fue obra del ni del maestro jubilado ni de Erickson, como tampoco el ”amigo” de Biegel fue el responsable de su propio fracaso. En todos los casos los supuestos operadores fueron simples catalizadores de sugestiones post-hipnóticas emocionalmente incorporadas por el sujeto en el curso de su educación o re-educación, o receptores de una transmisión de relación hipnótica, tanto directa como indirecta, de personas con quienes el sujeto se encontraba en relación hipnótica principal o secundaria, ya sea en la vida diaria o en un ambiente de experimentación.

Normalmente, todos los procedimientos de inducción hipnótica se entrelazan, siendo difícil o imposible definir el grado en que interviene uno u otro, en un determinado caso.

El mecanismo psicológico de la inducción hipnótica es exactamente el mismo en la vida diaria y en los ambientes terapéuticos y experimentales. La diferencia aparente está en el comportamiento de los sujetos, que depende de la motivación creada por las circunstancias y el ambiente y del grado de retrogresión psicológica, las convicciones y las capacidades del propio sujeto.

La transmisión de la relación (contralor) hipnótica es un hecho corriente en la vida diaria. El “prestigio” en todas sus acepciones, como ya hemos indicado, consiste en una transmisión de relaciones hipnóticas a una persona con referencia a determinado aspecto de su personalidad y de su campo de acción. Este prestigio puede reforzarse o perderse ante un individuo, según la concordancia o discordancia del comportamiento de la persona que lo tiene con las expectativas de éste.

Esta transmisión de la relación hipnótica también juega un papel importante en la educación de los niños, quienes acepta las opiniones favorables o desfavorables que los padres les dan acerca de otras personas, hasta que su propia experiencia emocional les haga aceptar o rechazar las relaciones hipnóticas así trasmitidas.

Es interesante hacer notar que ya en 1897, Wetterstandt (13) había observado que la inducción hipnótica se facilitaba considerablemente si el futuro sujeto recibía previamente pre-sugestiones de parientes o amigos referentes a la capacidad y condiciones del hipnotizador. Por esto, cuando se hallaba ante pacientes difíciles de hipnotizar, instruía a los parientes de éstos que les implantasen durante el sueño normal la sugestión de que serían rápida y profundamente hipnotizados por Wetterstandt. Hoy sabemos que los parientes tenían relación hipnótica con el sujeto y podía haber hecho lo mismo hablándole en estado de vigilia.

La segunda modalidad de inducción hipnótica indirecta, por intermedio de una reactivación de sugestiones emocionalmente incorporadas, trayendo un estado auto-hipnótico que se convierte en una relación hipnótica con una persona adecuada, también se encuentra con frecuencia en la vida diaria. Existe en la admiración extasiada de artistas, en la acción de ciertos curanderos, en los rituales de sectas religiosas, en los cultos primitivos, en la actuación de hipnotizadores teatrales, etc., etc.

La historia del hipnotismo está repleta de ejemplos demostrativos de esta situación. Uno de los más notables corresponde a Mesmer en el período culminante de su fama, cuando el público estaba hablando de él, dando voces de las hazañas asombrosas que él realizaba, y sus futuros pacientes estaban preparados para los efectos notables que sobrevendrían en ellos al experimentar directa o indirectamente su “poder”.

Los pacientes de Mesmer acudían con pre-sugestiones y “transmisiones de contralor hipnótico” a favor de él y del ambiente que lo rodeaba. Muy a menudo, ellos entraban en estado hipnótico profundo mientras sostenían unas varas “magnetizadas” en el consultorio, sin haber visto todavía a Mesmer. Todo lo que correspondía a Mesmer era hacer una entrada lo suficientemente impresionante con su manto negro y vara de hierro, y quienes todavía no habían entrado en estado hipnótico, lo hacían al ser tocados con esta vara.

La técnica de Mesmer fue modificada más delante de acuerdo con los nuevos conceptos y las nuevas creencias populares acerca del hipnotismo. Al final del siglo XIX se comprendía el hipnotismo como el resultado de una dominación del sujeto por una persona de “fuerza de voluntad superior” y se creía que el sujeto se convertía en un autómata dormido, si voluntad alguna.

En estas circunstancias, se esperaba del “hipnotizador” una confianza absoluta en sus poderes, y él procuraba hacer ver a los pacientes que la tenía. Revelar la más mínima duda acerca de sus habilidades para lograr el éxito, hubiera equivalido a comprometer todas sus posibilidades de lograrlo. Generalmente tomaba una actitud autoritaria, volviéndose más y más exigente a medida que el sujeto mostraba una mayor “sumisión”.

Algunos “hipnotizadores” encontraron que era conveniente demostrar sus poderes a sus nuevos pacientes, dejándoles ver otros sujetos bajo estado hipnótico. Wetterstand(13) llegó al extremo de llenar su casa con personas hipnotizadas que dormían en las diferentes piezas: un espectáculo impresionante para los que acudían por primera vez.

La finalidad del”hipnotizador” era ajustarse al papel de “un hombre de gran fuerza de voluntad”

En esos tiempos se recurría invariablemente al empleo de los más diversos dispositivos “para ayudar a la inducción hipnótica”.

Siguiendo la técnica de Braid, se ha dado preferencia a los procedimientos que fijan la vista, haciendo mirar al sujeto no solamente la clásica lamparita o bola reluciente, sino también una llave, un reloj, un espejo rotativo, el complicado dispositivo de Luys con espejo que reflejan luz intermitente, una marca sobre la pared, la mano del “hipnotizador” sostenida frente a la cara del sujeto, los ojos que lo mira fijamente, etc., etc. Otros han recurrido a estímulos auditivos, como el tic-tac de un reloj o un metrónomo, a estímulos táctiles como la fricción de la cabeza del sujeto con la mano, etc. El renombrado profesor inglés Elliotson* inducía el estado hipnótico en sus sujetos ofreciéndoles que tocasen un a moneda de níquel “magnetizada” (En una ocasión se cambió disimuladamente la moneda por un pedazo de plomo, y los sujetos igual entraron en estado hipnótico al tocarlo).

(*Figura cumbre de la medicina británica de su época, Profesor de la Universidad de Londres, presidente de la Real Sociedad de Medicina y Cirugía de Londres, uno de los fundadores del Hospital Universitario de Londres, introductor del estetoscopio en Inglaterra. (1791-1868).

Podría citarse un gran número de otras ocurrencias y “procedimientos” de apariencia misteriosa, que variaban casi hasta el infinito de acuerdo con la inventiva de los “hipnotizadores”, y en su tiempo, todos tenían éxito, porque quienes empleaban estos procedimientos no era más que catalizadores de las “transmisiones de contralor hipnótico” o de sugestiones emocionales incorporadas.

Como vemos, los métodos de inducción hipnótica en el ambiente terapéutico o experimental han variado con las épocas, de acuerdo con el desarrollo de los conocimientos en general y las interpretaciones del hipnotismo aceptadas por el mundo científico y el público. Las comprensiones nuevas del hipnotismo, y con ellas los nuevos procedimientos de inducción hipnótica no se difundieron inmediatamente, sino todavía coexisten con las comprensiones anticuadas, precisándose tiempo para que las unas sean sustituidas por las otras. Actualmente es posible encontrar personas que conservan los conceptos del hipnotismo y de las técnicas de inducción hipnótica de los tiempos de Mesmer, cuando se decía que el hipnotismo resultaba de una fuerza sobrenatural “magnética” y que la inducción se hacía por magnetizadores y objetos magnetizados.

También se encuentran personas que admiten que el hipnotismo corresponde a una dominación debida a una fuerza de voluntad, que el hipnotismo quita la voluntad al sujeto por medios misteriosos, que se puede hipnotizar a una persona contra la voluntad de ésta, que se puede obligar al sujeto a hacer cualquier cosa, que el hipnotismo es sueño, etc.

Las bibliotecas están llenas de libros escritos en el siglo pasado, o libros contemporáneos que continúan transcribiendo las viejas ideas, los cuales se utilizan para referencia en materia de hipnotismo. Esta persistencia de viejos conceptos tras la aparición de descubrimientos nuevos, tanto en los círculos científicos como entre el público, es un hecho que se ha repetido innumerables veces en la historia. Como ejemplo clásico: después que Copérnico había publicado a mediados del siglo XVI su descubrimiento acerca de la rotación de la tierra alrededor del sol, la mayoría de las universidades continuaron enseñando a varias generaciones el Sistema de Ptolomeo, según el cual la tierra está fija y los astros giran alrededor de ella.

Por este motivo, en la actualidad los terapeutas y experimentadores emplean a la vez el procedimiento de inducción hipnótica basado en la estimulación de los condicionamientos naturales a este estado, basado en la comprensión contemporánea del hipnotismo, y en los procedimientos anticuados que surgen de los conceptos del siglo pasado.

Merecen citarse a este respecto unas palabras de Erickson (1) que caracterizan en forma bien definida la situación relacionada con la inducción del estado hipnótico en el día de hoy: “Yo he tenido bachilleres que querían pases y luces fuertes y discusiones de fuerzas ocultas. Y he tenido obreros que estaban dispuestos a entrar en trance con una discusión científica del hipnotismo”.

Mientras no se comprendía la naturaleza del estado hipnótico, se han utilizado los procedimientos innecesariamente complicados para la profundización de este estado. Por ejemplo, el célebre profesor Charcot decía que para lograr un estado hipnótico profundo (sonambulístico) había que frotar la cabeza del paciente. Otros hacen alucinar al sujeto una escalera por la cual está bajando con la esperanza de que el estado hipnótico se profundice a medida que el sujeto “baja”. También se ha utilizado un procedimiento en el cual se confunde al sujeto, hablándole de cosas contradictorias.

En forma semejante, algunos han insistido en que se debe dar al sujeto antes de terminar la sesión la sugestión de que la próxima vez que venga, él entrará más rápidamente en estado hipnótico y logrará un estado más profundo. Ya sabemos que todas las sugestiones hipnóticas, dadas en un estado hipnótico profundo, tienen un resultado nulo a este respecto (15), primeramente por su efecto fugaz, y además porque equivaldrían a proponer al sujeto que la próxima vez él hablará de corrido un idioma extraño, del cual conoce solamente las primeras diez palabras. Consideramos más adecuado aconsejarle que se entrene en su casa en este “ablandamiento” mediante el cual inducimos el estado hipnótico en circunstancias terapéuticas y experimentales. Le decimos que este entrenamiento le dará la posibilidad de entrar cada vez más profundamente en dicho estado.

Al describir la inducción directa del estado hipnótico hemos indicado que si el sujeto ha entrado en este estado, él lo profundizará por sí solo, siendo necesario no perturbar el desarrollo del proceso que se ha desencadenado. Por ello hay que alternar los períodos en que el operador habla al sujeto y los períodos en que se guarda silencio.

Hemos hecho mención de los procedimientos mixtos, en los cuales se combinan la inducción hipnótica directa y la indirecta, en diferentes proporcione.

Cada persona que viene a un terapeuta invariablemente tiene ciertas pre-sugestiones referentes a él o al procedimiento que él aplica. Siendo favorables, estas pre-sugestiones pueden acelerar tanto la inducción hipnótica, como el plazo requerido para la curación del enfermo, aun cuando el terapeuta utilice solamente el procedimiento directo.

Por otro lado, todo individuo puede encontrar en el terapeuta una actitud, revelada por un gesto, una manera de hablar, una expresión comprensiva, etc., que estimula las asociaciones y los condicionamientos del sujeto al estado hipnótico, sumando su efecto al de las pre-sugestiones recibidas, aunque el terapeuta aplique el procedimiento indirecto para la inducción hipnótica.

Solamente en el caso de niños pequeños puede encontrarse la inducción directa en forma pura, pues ellos todavía carecen de pre-sugestiones*.

Las mismas reglas que rigen la inducción hipnótica individual se aplican a la inducción hipnótica colectiva.

(*: En un tiempo se creía que los niños pequeños no eran hipnotizables porque éstos no entraba en estado hipnótico con los procedimientos que hacen uso de miradas fijas, pases, etc.)

Hipnotizabilidad

Toda persona tiene la capacidad para entrar en el estado emocional hipnótico con la ayuda de una estimulación adecuada.

Pero esto no significa que cualquier operador pueda lograr la inducción hipnótica en todos sus sujetos.

Hay personas con quienes un operador tarda unos pocos segundos para lograr un estado hipnótico profundo. En otros sujetos, solamente induce un estado hipnótico liviano, requiriendo a veces más de un centenar de sesiones para ello. Por ejemplo, Bramwell describe un caso en que se precisaron 60 horas para inducir un estado hipnótico, y Erickson otro caso interesante, estudiado con fines experimentales, en el cual se logró la primera inducción hipnótica ¡solamente al cabo de 300 horas!

Como regla general, se recomienda al operador que no logra inducir el estado hipnótico en un sujeto en un número limitado de sesiones que pase este sujeto a otro operador. Un sujeto difícil de hipnotizar para una determinada persona, a veces puede ser llevado al estado hipnótico en pocos segundos por otra. El hecho es que todos los operadores tienen éxitos con algunos individuos y fracasos con otros.

Muchos autores han publicado su material respecto al porcentaje de sujetos que no lograron hipnotizar.

Wetterstandt (13)...3 %
Van Pelt (16)...5 %
Christense (17)...6 %
Liébault (18)..8.5 %
Davies y Husband (19)...19 %
Hull (20)...10.5 %
Barry,Mackinon y Murray (21)...16 %
Friedlander y Sarbin (22)...33 %

Como se ve, hay una enorme variabilidad e el porcentaje de fracasos de los diferentes autores: ¡del 3 al 33 %!*

(* Actualmente en Chile, el Prof. Dr. Julio Dittborn (23), está realizando experimentos referentes a hipnotizabilidad. Ha de destacarse que Chile ha sido el primer país de Sudamérica en incluir el hipnotismo en sus programas de enseñanza universitaria.)

Todas estas variaciones de la hipnotizabilidad dependen primordialmente de las relaciones interpersonales, pudiendo distinguirse algunos factores (24):

a) La capacidad del operador para hallar los condicionamientos o asociaciones del sujeto, vinculados a una actitud comprensiva y aceptadora, cuya estimulación desencadena el estado hipnótico tanto en la vida diaria como en el ambiente terapéutico.
b) Las pre-sugestiones o transmisiones del contralor hipnótico en relación al operador o al hipnotismo en general. Es evidente que si el sujeto comprende el hipnotismo con un criterio contemporáneo y no cree en misterios, el operador podrá mirarlo fijamente con ojos oscuros cuanto quiera, hacer cualquier número de pases, etcétera, sin que se induzca con ello el estado hipnótico.
c) La edad del sujeto. La influencia de la edad sobre la hipnotizabilidad puede ser ilustrada con una tabla sobre 744 casos de Liébault: (18)

Hasta los 7 años de edad Total 23 sin fracasos
De 7 a 14 – 65 sin fracasos
De 14 a 21- Total 87- 9 ó 10.3 % de fracasos
De 21 a 28- Total 98- 9 ó 9.1 % de fracasos
De 28 a 35- Total 84- 5 ó 5.9 % de fracasos
De 35 a 42- Total 85- 7 ó 8.2 % de fracasos
De 42 a 49 –Total 106- 13 ó 122 % de fracasos
De 49 a 56- Total 68- 3 ó 4.4 % de fracasos
De 56 a 63- Total 69- 10 ó 14.4 % de fracasos
Más de 63- Total 59- 8 ó 13.5 % de fracasos

En cuanto a la edad más baja en que se logra inducir el estado hipnótico experimental, ésta oscila alrededor de los dos años y medio (25), pues se requiere que el niño comprenda las sugestiones destinadas a probar la existencia del estado hipnótico, aunque en la vida diaria los niños son llevados al estado hipnótico por sus padres desde su nacimiento, lo cual, como ya se ha mostrado, es vitalmente necesario para ellos (26).

Para los niños de diferentes edades, juega un papel muy importante el procedimiento mediante el cual se induce el estado hipnótico, y su hipnotizabilidad depende de éste. Los niños pequeños solamente pueden ser llevados al estado hipnótico por medio de procedimientos directos. Los procedimientos directos “positivos”, en los cuales se procura imitar la manera la manera en que la madre tranquiliza y arrulla a su hijo, obtienen las inducciones hipnóticas más fáciles y rápidas en niños de 2 1/2 a 5 años de edad. En cambio, la inducción hipnótica directa mediante un procedimiento “negativo” o autoritario, da los mejores resultados en niños de seis a nueve años.

d) La idiosincrasia del sujeto. Hay personas que tienen una mayor facilidad que otras para desarrollar reacciones emocionales de intensidad aumentada (estado hipnótico).

Volgyesi (27) considera que esto constituye un rasgo familiar y habla de dos categorías de seres humanos: los “psicoactivos” que están siempre “más próximos a las apreciaciones concretas de la vida de vigilia”, y los “psicopasivos” que, en su grado extremo, “pasan toda su vida en un estado hipnótico (comparativamente)”.

Similarmente, Bjokhem (28) distingue cuatro temperamentos: A, B, C y D, de los cuales los dos últimos son los más propensos a presentar las manifestaciones del estado emocional hipnótico.

Merece destacarse muy especialmente una categoría muy reducida de individuos “hipnófilos” que son capaces de desarrollar a voluntad e instantáneamente las condiciones psicofisiológicas propias de los estados emocionales de intensidad aumentada, pero haciéndolo “en frío”, es decir, sin vivencia emocional en el momento.

De este limitado grupo se suelen tomar los “mediums” para demostraciones de hipnotismo. A la vez, comúnmente se incurre en el error de efectuar investigaciones exclusivamente sobre tales individuos y después querer aplicar las conclusiones (válidas exclusivamente para ellos) a la generalidad de las personas.

e) El estado general del individuo en el momento. En ciertas circunstancias de la vida, de enfermedad, inanición, heridas serias, trabajo de parto, post-operatorio, etc., sobreviene un aumento considerable de la hipnotizabilidad, que desaparece con la recuperación de las condiciones normales.

Es interesante que ya el Abate Faría había reconocido que una sangría puede volver hipnotizables a los que no lo habían sido previamente.

f) El hecho de formar parte de una muchedumbre humana. La muchedumbre constituye un terreno fertilísimo, tanto para el “contagio” de emociones como para la intensificación emocional por influencias recíprocas. Se ha dicho que la psiquis colectiva es una psiquis en estado hipnótico.

Por este motivo, las demostraciones colectivas de hipnotismo en clínicas, salones de conferencias, o teatros, se caracterizan por la extrema facilidad con que se induce el estado hipnótico y la gran rapidez con que se obtienen diversos fenómenos hipnóticos.

Hay una enorme diferencia entre las demostraciones colectivas de hipnotismo y la hipnosis inducida en el consultorio en individuos aislados.

El célebre fundador de la Escuela de Nancy, Hipólito Bernheim, dio testimonio de este hecho al confesar sinceramente que “sus grandes éxitos terapéuticos (con la hipnosis) había sido siempre en pacientes de sus salas de hospital, nunca en enfermos en su consultorio privado.”

4. Acerca de las Demostraciones Teatrales de Hipnotismo

Creemos que no está de más detenernos por un momento en los métodos utilizados para las demostraciones del estado hipnótico y sus fenómenos por los hipnotizadores teatrales que deambulan por el mundo, siendo corrientemente de bajo nivel cultural, pese a estar recargados de supuestos títulos. Nos interesa este tema porque los hipnotizadores teatrales han contribuido al mantenimiento de muchos prejuicios referentes al hipnotismo, aun entre personas instruidas.

Como regla, estos “seres de poder sobrenatural” viajan con un equipo compuesto de dos o tres persona bien entrenadas en el logro de los fenómenos hipnóticos más espectaculares, como la catalepsia Global, la insensibilidad completa al dolor, etc., quienes constituyen el eje d e sus funciones teatrales.

Aparte de esto, cada hipnotizador procura seleccionar del auditorio en el teatro algunas personas con las cuales podrá demostrar fenómenos también espectaculares, pero que no requieren ningún entrenamiento. La selección de personas adecuadas para tal demostración constituye la llave del éxito del hipnotizador. Para efectuar esta selección, el método más utilizado consiste en decir primeramente a todo el auditorio que junten con fuerza las manos con los dedos entrelazados y que traten de separarlas, lo cual no podrá hacer. Entre varios cientos de espectadores, puede haber una o dos docenas de individuos que efectivamente no logran separar sus manos. Luego el hipnotizador o sus ayudantes invitan a algunas de tales personas a pasar al escenario.

Como ya sabemos, éstas son personas que, gracias a sus convicciones emocionalmente incorporadas, han entrado en un estado auto-hipnótico mucho antes de ser sometida a la prueba de no poder separar sus manos. Dicha proposición del hipnotizador sirvió solamente para hacerles pasar de sus estado auto-hipnótico a una relación hipnótica con él.

Los individuos que reaccionan en tal forma ante u hipnotizador teatral son totalmente comparables a las personas que ante la sola presencia de un ratón entran en un estado emocional auto-hipnótico de diversa intensidad, reaccionando a cualquier movimiento de este animal con gritos, saltos sobre sillas, etc. El hipnotizador teatral tiene un papel tan pasivo como el ratón en la determinación del estado auto-hipnótico, con la sola ventaja de poseer el poder de la palabra que le permite orientar las reacciones de los sujetos.

La selección de las personas que fueron incapaces de separar sus manos no es suficiente para el hipnotizador teatral, pues no todas las personas que se encuentran en estado hipnótico son igualmente capaces de presentar los fenómenos que él quiere mostrar a los espectadores. Por esto, el hipnotizador comienza dando las sugestiones más diversas a los sujetos de su equipo, a la vez que observa cuidadosamente a los individuos seleccionados que se hallan en el escenario, con el fin de reconocer a aquellos que revelan en su expresión facial, sus gestos, o sus movimientos, una identificación con las personas del equipo que reciben y cumplen la sugestión de un fenómeno u otro. Esta identificación permite presumir que la persona será capaz de lograr fenómenos similares.

Ahora el ”hipnotizador” se siente seguro de sí mismo y, acercándose a las personas elegidas, procede a hacerles pases misteriosos, mirarlas fijamente, tocarlas con una varilla, darles sugestiones de que sus párpados se están cerrando, etc., etc. Con esto, se hace ver que se está efectuando una inducción hipnótica, cuando en realidad dichas personas habían logrado el estado hipnótico mucho antes, posiblemente mientras todavía no habían entrado en el teatro, sin necesidad para ello de ninguna intervención activa del hipnotizador. Luego, conociendo aproximadamente las capacidades de sus sujetos para presentar estos fenómenos en ellos, comienza a demostrar estos fenómenos en ellos si bien está siempre pronto para modificar sus sugestiones si el sujeto no tiene el comportamiento que el hipnotizador espera de él.

El éxito suele lograrse con gran facilidad porque el auditorio pronto se constituye en una “multitud psicológica”, adquiriendo con ello una gran tendencia a la intensificación emocional y a la imitación recíproca.

A veces los hipnotizadores teatrales pasan momentos muy desagradables, frente a los cuales su escasa cultura los deja desorientados. Ello puede suceder cuando el hipnotizador da la orden de despertar a un sujeto, y el sujeto asume una actitud caprichosa, negándose a hacerlo. En un ambiente terapéutico el proceder adecuado sería tratar a este sujeto como se trataría a un niño caprichoso, o dejarlo dormir sin prestarle atención hasta que él mismo salga de su estado hipnótico. Pero en el escenario puede no haber tiempo suficiente para ello. Este hecho poco frecuente suele ser objeto de muchos comentarios, diciéndose que al hipnotizador le faltó fuerza de voluntad, que ocurrió algo temible, etc., etc

Hay otras situaciones, todavía más raras, que nada tienen que ver con el hipnotizador en general o el hipnotizador en particular. Puede dar la casualidad que el sujeto que se presta a la demostración teatral sea un enfermo de narcolepsia* que debido a su enfermedad sufre una tendencia a caer frecuentemente en un estado de sueño profundo. Si la demostración de hipnotismo coincide con uno de sus ataques de sueño, o dicho ataque sobreviene a poco tiempo de la demostración y se prolonga un día o más, la culpa del sueño prolongado del enfermo es atribuida injustificadamente al hipnotizador y la prensa se apresura a hacer comentarios sensacionalistas a este respecto.

Algo muy similar ocurre con los enfermos que sufren de psicosis alucinatoria y no hacen más que demostrar en el escenario las alucinaciones que tienen habitualmente. Como es obvio, estos enfermos continuarán alucinando después de terminada la demostración teatral. Pero habrá quien interpretará sus alucinaciones como la “terrible” consecuencia de una sugestión que el hipnotizador dio y se olvidó de retirar, ilustrativa de lo peligroso que puede ser el hipnotismo.

Ha de agregarse que los hipnotizadores teatrales suelen mezclar las demostraciones de hipnotismo con demostraciones de trucos ingeniosamente preparados que da la idea de una aparente clarividencia, lectura de pensamiento, etc., con lo cual se aumenta aún más la confusión que rodea al hipnotismo.

(* La narcolepsia, o hipnolepsia, o hipersomnia paroxística, o enfermedad de Gelineau, es una enfermedad crónica, poco frecuente, que se inicia preferentemente en la pubertad y se observa más en el hombre que en la mujer, caracterizándose por ataques bruscos de sueño que pueden durar minutos, horas y en casos extraordinarios aun días (mal narcoléptico).

BIBLIOGRAFÍA

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