15 marzo, 2006

VII-UN NUEVO ENFOQUE DE LA HIPNOSIS EXPERIMENTAL

VII

UN NUEVO ENFOQUE DE LA HIPNOSIS EXPERIMENTAL Y TERAPÉUTICA

(Publicado En “The British Journal of Medical Hypnotism”, Vol.XIII, N° 3, 1961, bajo el título: A New Approach to Clinical and Experimental Hypnosis. Agradecemos a dicha Revista el permiso para la reimpresión)

En el presente capítulo queremos considerar la hipnosis de tipo “humano” o “positivo” inducida en el perro.
Bajo el término “hipnosis de tipo humano en el perro” comprendemos la inducción hipnótica por estimulación de reacciones emocionales tranquilizadoras o “trofotropas”.

Creemos que se trata de un enfoque completamente nuevo en la hipnosis animal, pues no hemos hallado referencia alguna a estos hechos en la bibliografía clásica y contemporánea.

Lo que suele denominarse en la bibliografía existente “hipnosis animal” no es más que el resultado de la estimulación de una reacción emocional alteradora en los animales, principalmente de alarma y terror.

El primero en prestar atención a la modalidad de hipnosis que resulta de una emoción alteradora, fue Atanasio Kircher, al describir en 1646 su “experimentum mirabile” consistente en colocar a un animal en una posición antinatural por medio de una maniobra enérgica que impide toda resistencia, y mantenerlo en tal posición durante un breve período de tiempo. Como resultado, el animal se inmoviliza y permanece en la misma posición, inclusive durante horas, después de haberse suprimido la restricción. Este comportamiento recibió varios nombres, tales como hipnosis animal, catalepsia, cataplexia, catatonia, thanatosis, aquinesia, simulación de muerte, autodefensa, etc.

Kircher interpretó este fenómeno como efecto del susto y terror experimentado por el animal. Tal explicación fue aceptada por muchos investigadores, como Preyer (1873), Plath (1876), Babak (1917), Steiniger (1941) y otros.

Las siguientes palabras de Pavlov (1): “Evidentemente, el aterrorizarse ante un gran temor no es más que el reflejo recién descrito”, que figura en su artículo “Sobre la llamada hipnosis de los animales”, indican claramente que dicho autor aceptaba la explicación de Kircher, si bien añadía la explicación de que la tal llamada “hipnosis animal” constituye un reflejo autodefensivo de carácter inhibitorio”.

Pavlov agrega en el mismo artículo, que la reacción de inmovilización del animal no ha de ser necesariamente global de todo el organismo, sino puede tener diferentes grados, dependiendo de la fuerza y duración del estímulo. Así algunos animales conservan los reflejos de los músculos oculares, pudiendo seguir con sus ojos los movimientos del experimentador. También pueden conservarse las respuestas salivales, de modo que el animal, al ver que se le trae comida, comienza a segregar saliva, aunque no puede realizar movimientos para ingerirla. Algunos animales conservan los reflejos tónicos, manteniendo la posición que les fue conferida, es decir, un estado de catalepsia. Otros animales presentan una relajación general de la musculatura.

Las “técnicas“ de inducción hipnótica en los animales son numerosas y variadas. Pero estas técnicas solamente se refieren a la estimulación de emociones alteradoras. Entre muchos otros procedimientos, pueden citarse los que consisten en imprimir bruscamente una posición antinatural, por ejemplo de decúbito dorsal, en sujetar el animal a un eje y hacerlo girar, en atemorizarlo por cualquier medio, proyectando una luz intensa ante él, haciendo un ruido fuerte e inesperado, como el de golpear las manos frente a un conejo (2), etc. El proceder que ha adquirido más notoriedad consiste en desencadenar los “reflejos condicionados retardados” de la experimentación de Pavlov, dándole al animal marcadamente hambriento la señal significativa de que recibirá comida, y no proporcionándole dicho alimento

Es de especial interés la descripción que hace Pavlov (1) de un perro que él tomó para una demostración ante un auditorio, destacando que “el ambiente extraño y complejo causó, sin duda alguna, tal impresión en el animal, que éste se puso rígido y temblaba...y después de un breve lapso quedó dormido sobre el banco, con su musculatura esquelética relajada”. Este caso figura como un típico ejemplo de “hipnosis animal”.

Rickman (3) obtenía el estado “cataléptico” en perros atados a un caballete valiéndose de diferentes estímulos simultáneos, tales como: 1) estallidos similares al disparo; 2) aparición repentina de una figura extraordinaria con abrigo de piel y máscara; 3) encendido de pólvora cerca del animal; 4) balanceo de la plataforma que sostenía al perro. Como resultado de estos fuertes estímulos, obrando simultáneamente en el transcurso de 45 segundos, el animal pegaba un respingo y quedaba inmovilizado con las extremidades enderezadas, la cabeza flexionada hacia atrás, los ojos abiertos, la musculatura en general tensa, la respiración dificultosa. Esto era referido a un estado hipnótico.

Recientemente, Sobrad (4) ha obtenido la “hipnosis animal” atando a un eje sapos, lagartijas, conejos, ratas, gallinas, etc., imprimiéndoles un rápido movimiento rotatorio, con lo cual sobrevenía una catalepsia y otros fenómenos.

Podría continuarse largamente la lista de ejemplos de “técnicas” de inducción hipnótica, con las más variadas y contradictorias explicaciones teóricas del estado hipnótico resultante. Pero, lo más notable, es que una estimulación análoga de reacciones emocionales súbitas, por la alarma, el miedo, el terror, etc., produce un comportamiento psicofisiológico muy similar en los seres humanos, el cual prácticamente sería imposible de explicar sin tomar en consideración los factores subjetivos.

La historia del hipnotismo humano comenzó precisamente con la observación del comportamiento extraño de seres humanos en circunstancias propicias para el desencadenamiento de reacciones emocionales intensas de tipo alterador.

Entre las figuras destacadas de la historia de la hipnosis, puede recordarse al Padre Gassner apareciendo con impresionante ropaje negro, blandiendo un crucifijo, y haciendo que sus sujetos presentasen gemidos, crispaciones, sudores, catalepsias, etc., cayendo muchas veces en un estado lipotímico.

Similarmente Mesmer, en el apogeo de su fama, causaba en sus sujetos la misma reacción que el Padre Gassner, denominándola una “crisis salutaria”. Es muy significativo que el Abate Faría (5), al comentar en 1819 estas “crisis salutarias” de los pacientes de Mesmer, manifestadas por espasmos, crispaciones, convulsiones, sofocaciones, etc., haya declarado que dichas crisis no resultaban de modo alguno de un “magnetismo animal”, sino del temor pánico que se apoderaba de las personas.

Lo mismo puede decirse de los pacientes de James Braid, quienes reaccionaban a la actitud autoritaria con que él aplicaba el procedimiento de “fijación de la mirada”, presentando rigidez tónica general, catalepsias limitadas, aceleración del pulso, dilatación de la pupila, etc., es decir, manifestaciones de una reacción neurovegetativa predominantemente simpática, propias de las emociones alteradoras.

más adelante, Charcot aplicó en la clínica de la Salpêtriére como “técnicas” de inducción hipnóticas, diversos procedimientos causantes de alarma súbita, como por ejemplo u golpe fuerte y súbito de gong detrás de la cabeza de un sujeto totalmente desprevenido, la explosión de un paquete de pólvora de algodón, etc. Con estos procedimientos, los sujetos desarrollaban una reacción emocional intensa con presentación de catalepsia espontánea y otros diversos “fenómenos hipnóticos”.

Diferentes autores han descrito hechos semejantes que sobrevienen en la vida cotidiana, como, por ejemplo, en casos de espanto por el rayo.

En otro trabajo (6) hemos destacado la identidad de la “hipnosis animal” obtenida por Pavlov al aplicar su procedimiento de “reflejos condicionados retardados”, con el cuadro presentado por prisioneros de guerra hambrientos que tenían la expectativa de una inminente obtención de alimento y no lo recibían.

El común denominador de todas las variadas situaciones arriba descritas, que afectan ya sea al hombre o a los animales, en un ambiente de experimentación o en circunstancias de la vida diaria, es evidentemente el hecho de que en ellas se desencadena una reacción emocional intensa de modalidad alteradora.

No es aceptable la explicación de Sobrad (4) de que la hipnosis animal obtenida por su proceder de atar a los animales y hacerlos rotar, corresponda a “un proceso reflexógeno desencadenado por la irritación del organismo por el mundo externo, donde la participación de factores subjetivos no desempeña papel alguno”. Según Sobrad, se trataría simplemente de una adaptación postural resultante de “aceleraciones angulares que causan una estimulación vestibular”. Pero, cuando se efectúan pruebas o adiestramientos a aviadores, haciéndolos girar sujetos en diversas posiciones y con diferentes velocidades, no se desencadena la reacción psicofisiológica equivalente a la “hipnosis animal” lograda por Svorad. En cambio, esta misma reacción de hipnosis animal se presenta típicamente en personas que experimentan una fuerte reacción emocional ante la inminencia o producción de un accidente de aviación. Aparecen en tales casos variados fenómenos hipnóticos, incluyendo la catalepsia global.

Con respecto a la hiposis animal, tampoco es aceptable la afirmación de Pavlov de que se trata de un “reflejo autodefensivo de carácter inhibitorio”.

El siguiente ejemplo, dado por Ayarragaray (7), resulta muy informativo: “...un día un mongol, no teniendo armas para matar a un prisionero, le ordenó quedara acostado en tierra, mientras él trataba de buscar una espada. Cuando volvió para degollar a su víctima, encontró al desgraciado que le esperaba paralizado, sin tratar de huir”. Esta persona, que había tenido todas las posibilidades para escapar al peligro, obviamente no se benefició para nada del supuesto “reflejo autodefensivo” que, a nuestro parecer, no merece tal denominación.

Para comparación puede tomarse el caso mencionado por Volgyesi (8) de un gorrión que entró en estado estuporoso al ser capturado por un gato.

En las variadas circunstancias que acabamos de mencionar, no sobreviene necesariamente en la totalidad de los individuos, humanos o animales, el supuesto “reflejo autodefensivo” a modo de una catalepsia global. Las reacciones difieren considerablemente, interviniendo un importante factor de idiosincrasia individual. Ya hemos indicado que el propio Pavlov había destacado que la “reacción de inmovilización del animal” puede tener diferentes grados y puede estar acompañada de diferentes cambios en el funcionamiento orgánico.

Aparte de la catalepsia, se puede observar en los seres humanos o en animales expuestos a las situaciones arriba descritas otras manifestaciones de índole neurovegetativa, como ser la emisión de orina, la defecación, las erecciones, las eyaculaciones, etc., etc. Eso fue comprobado repetidamente en la experimentación de Pavlov sobre “hipnosis animal”.

Volgyesi (8) describe en su trabajo “Dolor e Hipnosis” cómo los animales vacunos, suinos, etc., que se encuentran en los mataderos tienen el “horror a la ejecución” que presencian y esperan, presentando aparte de otros síntomas, erecciones, orgasmos, eyaculaciones, etc.

Las micciones involuntarias, eyaculaciones, erecciones, etc., son hechos conocidos en los interrogatorios policiales donde se aplican severos castigos corporales. Las personas fuertemente atemorizadas no suelen sentir el dolor de estos castigos, pero presentan las citadas reacciones vegetativas, en plena analogía con los animales de experimentación, por ejemplo perros.

Tales manifestaciones tienen lugar no solamente en los mataderos y los interrogatorios policiales, o en la “hipnosis animal” de Pavlov y otros, sino también han sido observadas por muchos hipnólogos en el curso de inducciones hipnóticas de tipo alterador seres humanos. Así, recientemente el autor ha tenido información de un odontólogo de Argentina, Dr. E., que, al aplicar un procedimiento autoritario recomendado por Woolman y Jacoby (9) (consistente en tomar a un niño rebelde bruscamente de los brazos, sentarlo con cierta violencia en el sillón y darle la orden imperativa “DUERME”), obtuvo en u niño de 7 años de edad un estado cataléptico que permitió realizar durante media hora en forma indolora un trabajo odontológico habitualmente penoso. Pero al terminar este trabajo se observó que en el sillón y el piso había un charco de orina.

También nos relató u médico de Montevideo, Dr. C., que hacía unos años, mientras era estudiante de Preparatorio, él había concurrido a una demostración de hipnotismo teatral con la creencia de que la hipnosis resultaba de alguna fuerza misteriosa. Cuando fue elegido por el hipnotizador para pasar al escenario, se apoderó de él un gran temor que lo dejó como paralizado. Luego, al levantarle el hipnotizador la mano, mostrando al auditorio su catalepsia de brazo, el futuro doctor experimentó una erección y eyaculación.

Este mismo médico recuerda que algo muy similar le sucedió sus tiempos de estudiante de Facultad: al ser llamado a rendir un examen, él se levantó súbitamente y tuvo una extraña vivencia que ahora le resulta difícil describir, caracterizada por amnesia e incapacidad para abrir la boca y responder a los examinadores, teniendo también en estas circunstancias una eyaculación. Encuentra que su reacción era la misma frente al hipnotizador teatral y frente a los profesores.

Interesado e estos hechos, el autor ha conversado con varios hipnotizadores teatrales, algunos de los cuales observaron casos aislados de tales reacciones en sus sujetos.

La finalidad de nuestro trabajo es mostrar la identidad del estado hipnótico de una u otra modalidad en los animales y en los seres humanos.
Hasta ahora hemos insistido solamente en las reacciones emocionales alteradoras, causando el estado hipnótico de tipo “negativo”. Repetimos que, históricamente, el hipnotismo atrajo atención sobre sí por este tipo de reacciones emocionales “negativas” tanto en seres humanos como en animales.

La hipnosis tranquilizadora o “estabilizadora” en seres humanos recién comenzó a ser desarrollada casualmente por la Escuela de Nancy, donde se hizo uso de estímulos suaves y arrulladores.

Para nuestra experimentación, partimos de la base de un concepto ya expuesto en nuestros trabajos precedentes: que el estado hipnótico de tipo positivo más primitivo y simple es el estado que experimenta un infante al recibir las caricias y los arrullos maternos en el momento en que los necesita (10, 11).

Efectuamos nuestros experimentos sobre dos perras de raza mixta, de 6 a 4 años de edad, y 32 y 35 kilos de peso respectivamente. Ambas han estado con nosotros desde que tenía tres semanas de edad. Primeramente, nuestros intentos de inducir un estado hipnótico “positivo” con caricias y voz suave, en los momentos que resultaba convenientes para nosotros, no dieron resultado, hasta que un día tuvo lugar una feliz coincidencia.

Una de estas perras, Maschka, es muy temerosa de las tormentas, durante las cuales se agita, corre descontroladamente por el jardín, gime, ladra en dirección del relámpago o trueno, etc. En el comienzo de una de tales tormentas, Maschka (que normalmente vive en una casilla fuera de la casa) empezó a agitarse y nosotros la dejamos entrar en la casa, la acostamos sobre un costado y empezamos a hablarle suavemente, acariciándole el lomo y el vientre. Al principio, ella reaccionaba con una ligera sacudida a cada golpe de trueno, pero después de 1-2 minutos, se fue apaciguando, hasta que, al cabo de cinco minutos, quedó completamente indiferente a los estímulos de la tormenta, presentando a la vez una respiración enlentecida. Tuvimos la impresión de que Maschka había entrado en un estado hipnótico profundo de tipo positivo, en nada diferente del estado que solemos obtener con el mismo procedimiento en nuestros pacientes.

Para confirmar esta impresión, hicimos una serie de pruebas, comenzando por la consabida prueba de pinchar con una aguja en distintas partes del cuerpo para comprobar la analgesia.

La perra no reaccionó en absoluto a estos pinchazos. No había duda que ella había adquirido espontáneamente la analgesia que constituye una de las características intrínsecas del estado hipnótico profundo*
(*Nos resultó de gran interés el relato que nos hizo el Prof. Elías Milies, de la facultad de medicina de Montevideo, quie en el curso de sus investigaciones fisiológicas e la Universidad de Harvard (E.E.U.U.), pudo mantener a u perro durante 6-8 horas e una posición incómoda de decúbito dorsal y llevar a cabo maniobras tan penosas como un cateterismo uretral, un cateterismo yugular, etc., si que el animal sufriese, por el simple procedimiento de aplicar repetidamente suaves roces a modo de caricias y de hablar al animal con voz tranquilizadora.)

Después de haber encontrado la vía para la inducción hipnótica en nuestra perra**, aprovechamos varias situaciones para este fin, como el comienzo de las tormentas, una enfermedad del animal, una separación de nosotros durante varios días.

(**Es sabido que, salvo en el caso especial de personas hipnófilas, la hipnotizabilidad es muy inconstante, dependiendo del estado psicofisiológico en que se encuentra el organismo en un determinado momento. Para poder inducir el estado hipnótico positivo mediante caricias y arrullos, es fundamental que el individuo tenga necesidad de caricias y arrullos en dicho momento. Así se explica la elevada hipnotizabilidad de enfermos graves, de personas exhaustas, en el período postoperatorio, etc., etc. Como dice Volgyesi (8), tales personas enfermas o debilitadas constituyen los mejores mediums. Precisamente, la posibilidad de inducir el estado hipnótico en Maschka surgía de su necesidad psicofisiológica de recibir nuestra actitud tranquilizadora.)

Realizamos en total seis inducciones hipnóticas con Maschka, las cuales nos demostraron una gran semejanza, en lo esencial, de este tipo de hipnosis en los animales y en los seres humanos. A continuación resumimos las conclusiones que resultan de estos experimentos:
1) El perro responde a la estimulación mediante una voz suavemente modulada, acompañada continuamente de roces leves sobre la pelambre del lomo y del costado, con el desarrollo de un estado hipnótico positivo, solamente cuando tiene necesidad de tales estímulos en las situaciones arriba mencionadas, como de temor, enfermedad, etc.

Estos estímulos deben ser aportados por una persona a quien el animal conoce bien y en quien confía. Si hay otra persona, poco conocida por el animal, presenciando el proceso de la inducción hipnótica, o si hay olores extraños, el perro solamente tiene momentos en que insinúa una entrada en estado hipnótico, pero sale repetidamente de este estado, por lo cual no da la posibilidad de realizar experimentos.

En situaciones análogas hay diferencias individuales en la hipnotizabilidad de los perros. La otra perra nuestra, Marquiza, desarrolló solamente un estado hipnótico muy liviano. Por esto nuestro principal “médium” fue Maschka, y fue sobre ella que efectuamos las observaciones a que nos estamos refiriendo. Ambos animales tienen evidentes diferencias de carácter, pese a ser hermanas: Maschka es muy sensible, muy emotiva, muy prolija, muy recelosa de extraños y, como ya indicamos, corre y ladra continuamente durante las tormentas. Marquiza, en cambio, es juguetona y tranquila, fácilmente establece amistad con todos y, durante las tormentas, permanece quieta en su casilla. Pavlov (1) comprobó en sus experimentos que los perros tienen una gran variedad de “tipos de sistema nerviosos”, con lo cual, evidentemente, han de variar sus reacciones emocionales y los fenómenos que presentan en los estados hipnóticos de uno u otro tipo. No dudamos que, al hacerse más extensa la experimentación sobre perros, se encontrarán los equivalentes típicos de los “hipnófilos” humanos.

2) En el estado hipnótico positivo así inducido, sobreviene una analgesia como fenómeno intrínseco. El animal tolera sin reaccionar en absoluto los pinchazos profundos en el vientre, la lengua, las orejas, las plantas de los pies, atravesándole una pata, etc.
Un hecho interesante es que el primer pinchazo suele desencadenar un reflejo cutáneo de contracciones fibrilares en dicha zona, sin que el perro salga del estado hipnótico. Los pinchazos siguientes en la misma región no determinan este reflejo. Pero, si antes de pinchar al perro se comprime suavemente la piel de ese lugar con el dedo o con un instrumento romo, el reflejo no se produce.

Este experimento con Maschka nos mostró claramente que la abolición del reflejo cutáneo al pinchazo bajo estado hipnótico no tiene nada que ver con la sugestionabilidad, siendo un efecto psicofisiológico intrínseco del estado hipnótico.

Para demostrar este hecho, el autor realizó e el Hospital de Clínicas de Montevideo el siguiente experimento: indujo el estado hipnótico en un individuo totalmente desconocido, quien se encontraba en el postoperatorio de una nefrectomía, logrando casi inmediatamente un estado hipnótico profundo.

Comprobado el estado hipnótico por la abolición del reflejo palpebral, se pinchó el dorso de la mano izquierda del sujeto después de haber comprimido ese lugar con el dedo, y no hubo ningún reflejo. Luego, para la otra mano, solamente se dio la sugestión de que no se sentiría nada. Pero el reflejo cutáneo se produjo inmediatamente. Tal experiencia fue repetida más de una docena de veces, en la clínica o e el consultorio psicoterapéutico, siempre con el mismo resultado.

¿No cometen un error de interpretación ciertos hipnólogos cuando tocan con su mano la región que van a pinchar y, simultáneamente, dan la sugestión verbal: “En esta región usted no sentirá nada”, atribuyendo luego la ausencia de todo reflejo cutáneo a la sugestión verbal?

Merece destacarse además que los promotores de la hipnosis en el Brasil, el Hermano Vitricio (12), el Dr. Paulo Paixao y el Dr. Alberto L. Barreto, han elaborado especialmente una técnica para trabajos odontológicos bajo estado hipnótico, mostrando que la sugestión verbal en el estado hipnótico es completamente innecesaria para abolir el dolor, siendo suficiente que se haga, bajo este estado, toques especiales en las arcadas dentarias superior e inferior. Estos consisten en abarcar la arcada correspondiente entre pulgar e índice y ejercer una cierta compresión sobre ella. (A nuestro parecer, el fenómeno de la analgesia es intrínseco del estado hipnótico, y estos toques solamente hacen desaparecer el reflejo inicial a la estimulación dolorosa de cualquier índole.)

Es conocido el hecho de que, en las anestesias generales químicas, la incisión de la piel desencadena corrientemente un reflejo cutáneo. Algunos procuran eliminar este reflejo con una inyección local de novocaína. Aun en las operaciones quirúrgicas bajo el estado hipnótico, como la que ha sido publicada por Torres Norry y Chudnovsky (13), se ha procurado eliminar este reflejo con novocaína local.

Hemos pedido a varios cirujanos de Montevideo y Buenos Aires que al hacer operaciones bajo anestesia general, ensayasen el procedimiento de hacer desaparecer este reflejo cutáneo, no con novocaína, sino con una simple estimulación de la piel en la línea de incisión, mediante una compresión con un instrumento romo, inmediatamente antes de incindirla. Hemos recibido de varios cirujanos la confirmación de que el reflejo cutáneo queda abolido con esta maniobra.

3) Consideramos que para la determinación de la profundidad del estado hipnótico en el perro, de un modo siquiera relativo, se pueden reconocer tres fases. En la primera fase sobreviene una analgesia intrínseca al pinchazo, incluso profundo y en las partes más sensible del cuerpo. En la segunda fase queda muy disminuida o abolida la audición, y recién en la tercera fase hay disminución o abolición del olfato.

Cuando nuestra perra tenía una analgesia intrínseca completa, observamos que al tomar una de sus orejas con la mano (Maschka tienen normalmente orejas paradas), sobrevenía al instante un movimiento para liberar esa oreja. Al mismo tiempo la perra no hacía caso alguno de cinco agujas atravesándole la oreja, pero bastaba decir suavemente “¡Maschka!” para que ella abriese los ojos.

Al encontrarse que el animal no reacciona cuando se le agarra la oreja, admitimos que ha pasado a una fase más profunda del estado hipnótico. En esta fase llamamos a nuestra perra por el nombre, y ella no respondía.

Si en esta segunda fase, con neta disminución de la audición, acercábamos un cigarrillo encendido a la pelambre del vientre de Maschka y el pelo empezaba a quemarse, la perra reaccionaba levantando ligeramente la cabeza y dirigiéndola hacia el sitio de donde venía el olor a quemado. Pero si aplicábamos a su piel una cuchara recién retirada del agua hirviendo, la perra no le pretaba atención alguna, pese a que luego aparecía una quemadura.

No hemos podido obtener en Maschka la abolición completa del olfato, aunque sí una disminución.

Quienes practican la hipnosis clínica comprueban fácilmente que bajo el estado hipnótico coexiste, como hecho normal, la analgesia intrínseca y la conservación de la audición. Un sujeto a quien se pincha, o extrae una muela sin dolor, suele oír todo lo que ocurre a su alrededor, si bien ole presta atención. En nuestro trabajo psicoterapéutico corrientemente prevenimos a los sujetos que no esperen encontrarse “fuera de este mundo” en el estado hipnótico, pues oirán todo loque ocurre, aunque ello les será indiferente. Hasta en el estado hipnótico más profundo, o estado estuporoso, hay cierto grado de audición.

4) la profundización del estado hipnótico no sobreviene en forma continuamente progresiva, sino con oscilaciones regulares o irregulares de profundidad que varían aún en el mismo individuo en diferentes sesiones hipnóticas. Estas oscilaciones posiblemente son determinadas por diferentes estímulos externos, aunque creemos que se trata, más bien, de una característica del propio proceso psicofisiológico del estado hipnótico.

Cuando, en la fase de analgesia (primera fase) tocábamos con el dedo el borde palpebral de la perra, observamos que había alternadamente momentos en que se producía el reflejo palpebral y momentos en que éste no se producía.

Comprobamos que la analgesia coincidía con la desaparición del reflejo palpebral. Al reinstalarse este reflejo, el perro volvía a reaccionar levemente al pinchazo, levantando la cabeza y bajándola inmediatamente.

Tales reapariciones del reflejo palpebral tienen lugar aún en las fases más profundas, si bien estos retornos son de menor duración y se producen más irregularmente. Esto muestra claramente que la profundización del estado hipnótico no es contigua sino que se caracteriza por oscilaciones de mayor y menor profundidad hipnótica. Tampoco se puede mantener invariablemente un determinado nivel de profundidad hipnótica.

Hemos empezado a utilizar el mismo índice del reflejo palpebral como única prueba del estado hipnótico en nuestra labor psicoterapéutica. Buscamos repetidamente este reflejo tocando levemente las pestañas del sujeto, y encontramos que las oscilaciones de aparición y desaparición del reflejo siempre tienen lugar, aunque ellas son muy diferentes según las personas. Algunos sujetos tienen períodos mucho más prolongados con desaparición de este reflejo que otros. Y aun la misma persona tiene diferencias en distintas sesiones hipnóticas.

Esta misma prueba se presta admirablemente para determinar la profundidad del estado hipnótico inducido para intervenciones quirúrgicas y trabajos odontológicos. Así, cuando la persona se encuentra en estado hipnótico, antes de realizar una maniobra que podría ser dolorosa, es necesario comprobar la no existencia del reflejo palpebral. En caso contrario, es preferible esperar unos momentos hasta que dicho reflejo desaparezca.

Si en la anestesia general química se hace control continuo de la presión sanguínea, del pulso, etc., en la anestesia hipnótica el único control que se necesita es el del reflejo palpebral.

Cuando la intervención exige tracciones fuertes sobre los pedículos viscerales, es prudente complementar la analgesia hipnótica (como se complementa la anestesia general química) con una ligera novocainización de estos pedículos.

5) Se encuentra muy frecuentemente en la literatura sobre hipnosis que las inducciones repetidas del estado hipnótico aumentan la hipnotizabilidad de la persona, permitiéndole lograr con cada nueva inducción estados hipnóticos de desarrollo cada vez más rápidos y de mayor profundidad.

Posiblemente esta afirmación está hasta cierto punto justificada en los casos de personas hipnófilas que se adiestran para lograr las manifestaciones del estado hipnótico “en frío”, no precisando para desarrollar tales manifestaciones ninguna estimulación emocional. Pero en la inmensa mayoría de los pacientes de consultorio psicoterapéutico sucede todo lo contrario a esta afirmación.

Esto concuerda plenamente con lo que ocurrió en las inducciones hipnóticas repetidas en Maschka. Así, al realizar inducciones hipnóticas sucesivas en nuestra perra, observamos que cuanto más breves eran los intervalos entre estas inducciones, tanto menor era la profundidad del estado hipnótico que se lograba, sucediendo que en algunos intentos no se logró la inducción hipnótica e absoluto.

Hallamos que se obtenía la máxima profundidad hipnótica cuando las inducciones eran realizadas, en circunstancias adecuadas, con intervalos no más cortos que de 4-5 semanas.

Sin duda, hay variantes individuales en la hipnotizabilidad de los perros y, seguramente, una más amplia experimentación permitiría encontrar perros “hipnófilos”.

No analizaremos las causas de esta disminución de la hipnotizabilidad con las inducciones hipnóticas repetidas. Prestamos especial atención a este tema en otros trabajos (11), considerando que el factor fundamental de este hecho es la necesidad de estimulación tranquilizadora que tiene el organismo en determinados momentos.

6) La analgesia espontánea del estado hipnótico en el perro se acompaña de una abolición de la gustación, que también constituye un fenómeno intrínseco de la misma fase de la hipnosis.

Así, poníamos en la boca de Maschka con una pipeta, diferentes sustancias amargas, ácidas y saladas, disueltas en agua tibia, a las cuales ella no reaccionaba en absoluto.

Si Maschka hubiera podido entender el habla humana y presentar el fenómeno de “desempeño de papel”, sin duda hubiera podido responder a nuestra sugestión de que, en vez de la amarga tintura de genciana y colombo, tenía en la boca un deliciosos hígado triturado.

Creemos que los sujetos excepcionales que constituyen buenos “mediums”, a quienes se da alguna sustancia amarga y se les dice que es vino, efectivamente la toman como vino, simplemente porque ya tienen una abolición del gusto como fenómeno intrínseco del estado hipnótico, y son capaces de presentar el fenómeno de desempeño de papel. Ellos hubieran podido representar el mismo papel tomando de un vaso vacío. No se trata de modo alguno de una “poderosa sugestión” que cambia la sensación gustativa.

Pero, si poníamos en la boca de Maschka en vez de sustancias amargas, ácidas o saladas, un chorro de agua de la heladera o un trozo de hielo, ella salía del estado hipnótico.

¡Cuántas veces los odontólogos, al trabajar exitosamente sobre dientes sensibles en el estado hipnótico, cometen el error de echar un chorro de agua fría en la boca del paciente para lavar una cavidad, y tienen la desagradable sorpresa de ver salir a este sujeto del estado hipnótico! ¡Esto sucede contrariamente a todas las sugestiones de que el sujeto debe permanecer en dicho estado!

7) Las abreacciones espontáneas bajo estado hipnótico tienen lugar no solamente e seres humanos, sino también en los perros.

Sucedió en una ocasión que yo había estado de viaje durante 5 días, y al volver fui recibido por Maschka con el efusivo y sincero afecto que es capaz de demostrar un perro. Inmediatamente la hice entrar en la casa, la puse en el suelo y comencé a acariciarla y hablarle en voz suave. La perra etró casi inmediatamente en estado hipnótico e inició una extraña conducta, haciendo en posición acostada movimientos bruscos con las patas, gimiendo, abriendo y cerrando los ojos sin levantar la cabeza, etc. Esta conducta duró no más de 1 minuto. Luego quedó tranquila.

¿No es este comportamiento completamente análogo al cuadro psicofisiológico que presentan algunos pacientes en el consultorio psicoterapéutico, cuando se les habla suavemente co un sentimiento de sincera compasión y ellos estallan en llanto, hablar precipitado, etc.?

Solamente queremos destacar los hechos, sin aplicarles ninguna teoría, psicoanalítica u otra para su explicación. Si estos procesos son iguales e el hombre y los anmales, y sobrevienen espontáneamente, es claro que ha de buscarse una ueva explicación psicofisiológica común para unos y otros.

8) Existe ya una abundante bibliografía indicado que las reacciones del organismo ante la administración de unos u otros fármacos difiere según el estado emocional ergotropo o trofotropo en que se encuentra el organismo en dicho momento. El terreo biológico evidentemente no es ivariable, sino se modifica con los estados emocionales, tanto e el hombre como e los animales.

¿Por qué cuando inyectamos a maschk bajo estado hipótico 100 mgr. De Pentotal Sódico por vía itramuscular, la perra durmió ininterrumoidamente durante 6 horas, mientras que, previamente, la inyecció de la misma cantidad de pentotal Sódico, sin inducción hipnótica, no había producido ningún efecto?

¿Por qué en los experimentos de Shlifer (14), Marchand (15) y otros, la inyección de adrenalina al milésimo por vía subcutánea en el estado hipnótico, no produjo la típica reacción de elevación de la presión arterial, de aumento de glucemia o de leucocitosis?

¿Por qué en las investigaciones de Stewart Wolf (16) la droga “Urogastrone” ejerció efectos diametralmente opuestos sobre el estado emocional de dicha persona al administrársela?

¿Por qué, en la experimentación de Heiling y Hoff (17) se comprobaron diferencias en la eliminación de agua, cloruro de sodio y fosfatos por la orina según las emociones que se desencadenaban en un individuo bajo estado hipnótico? Por otra parte, se halló en el Laboratorio de Fisiología Aplicada de la Facultad de Medicina de Tolosa que los náufragos, al haber ingerido un poquito de polvo de lóbulo posterior de hipófisis, pueden beber el agua del océano sin inconveniente, pero con la condición expresa de que lo hagan en un estado de tranquilidad, pues la intranquilidad y las emociones fuertes anularían el efecto del preparado hipofisario.

¿Por qué varios de nuestros enfermos de consultorio psicoterapéutico, que previamente habían tenido reacciones secundarias muy molestas con cambios vasomotores, traspiración, angustia, etc., al tomar drogas como el “Aposté” (Polvo de tiroides, polvo de hipófisis, Vitamina B1), la isonicotin-hidrazida, y otras, no presentaron ninguna de tales reacciones cuando, a los diez minutos de la ingestión del medicamento, se les indujo un estado hipnótico positivo?

Podríamos citar decenas de ejemplos de esta índole.

¿No es factible que la investigación de las variaciones en la acción de los fármacos, cuanto éstos son administrados bajo un estado hipnótico de una u otra modalidad, y en diferente niveles de profundidad hipnótica, proporcione una llave para el tratamiento de enfermedades contra las cuales todavía tenemos pocos recursos eficaces o no los tenemos en absoluto?

Por ejemplo, ciertos remedios anticancerosos no han podido ser utilizados por sus efectos secundarios, los cuales pueden ser eliminables con la administración de la droga bajo un estado hipnótico de cierta profundidad. ¡Cuánto más simple e inocuo es este proceder que los variados y complejos recursos que han sido ensayados para aumentar la tolerancia de diversos fármacos anticancerosos de elevada toxicidad!

Por otra parte, algunas investigaciones recientes del Dr. Robert M. Heriott (Universidad de John Hopkins) sobre la patogenia del cáncer han mostrado que los estados de stress pueden suprimir ciertos agentes catalizadores de la sangre que, por su acción sobre ácidos nucleicos libres, podrían impedir el desarrollo del cáncer. Cabe preguntar, ¿qué influencia ejercería sobre estos factores la reacción emocional trofotropa que es precisamente, opuesta al stress?

Actualmente estamos planeando una serie de experimentos con el empleo de hipnosis y fármacos combinadamente, en enfermos cancerosos.

Los nuevos rumbos para la medicina, que contempla las diferentes condiciones biológicas resultantes de los estados emocionales ergotropo y trofotropo, pueden ser resueltos sólo por el estudio del estado hipnótico deliberadamente inducido de una u otra modalidad.

En la actualidad, los laboratorios de investigación han logrado desencadenar artificialmente e los animales diversas enfermedades comparables a las humanas. Y han efectuado precisos estudios de la acción farmacodinámica de innumerables medicamentos sobre animales, con el fin de aplicarlos después al hombre. Pero no se suele tener e cuenta que las condiciones del laboratorio y las maniobras del experimento colocan necesariamente al animal en un estado de “stress”, es decir, en una sola modalidad de reacción emocional.

A causa de este stress, ¡cuánta experimentación sobre animales ha sido hecha en vano! Y aun cuando se han obtenido resultados, éstos honestos no han podido transportarse a la administración de los mismos fármacos en seres humanos, pues solamente hubieran sido válidos para las personas que se encuentran en un “stress” similar al de los animales de laboratorio.

Los experimentos sobre Maschka muestran que en los perros de laboratorio puede obtenerse no solamente un estado de stress, sino también un estado trofotropo: Así, la experimentación puede tomar en cuenta importantísimas variantes del terreno biológico, de las cuales surgirá una farmacodinamia completamente nueva. Posiblemente muchos medicamentos adquirirán nuevas posibilidades de empleo.

No dudamos que en un próximo futuro, la indicación de una u otra droga, se hará especificando que dicho medicamento ha de ser administrado bajo un estado hipnótico de tipo positivo o negativo.

Ya ha llegado el tiempo para que el estudio de la hipnosis abandone la inclinación a coleccionar rarezas a modo de Ripley, tales como crímenes atribuidos a la hipnosis, calidad de panacea, sugestiones irresistibles de poderes poco menos que mágicos, etc., etc. No es admisible que el desarrollo de la “hipnosis científica” continúe limitándose a la promulgación de leyes para restringir o prohibir el empleo de la hipnosis.

Estas leyes no hacen más que repetir las que ya existen en muchos países desde los tiempos de Mesmer, y reflejan en su contenido las supersticiones medievales de algunos autores contemporáneos, quienes no hacen más que sustituir los “fluidos” de Mesmer por la terminología más “científica” de “reflejos”, “subconsciente”, etc.

Tales leyes causan graves perjuicios al desarrollo científico de la hipnosis. Por un lado, el mundo científico se aparta con repugnancia de la hipnosis que lleva todavía ese tinte de superstición. Por otro lado, se crea alarma entre el público, con lo cual no se hace más que fomentar el prestigio de los hipnotizadores teatrales. Lo principal es que la hipnosis toma una orientación dogmática y malsana, teniendo tanta relación con lo científico como la Astrología con la Astronomía.

Ya es hora que la hipnosis sea enfocada como una reacción emocional de una u otra modalidad, que forma parte integrante de la vida cotidiana de seres humanos y animales. Los “fenómenos hipnóticos” que han sido mirados con asombro no son más que las manifestaciones de un estado emocional de intensidad aumentada. La hipnosis deliberadamente inducida en un ambiente de consultorio o teatral no es más que una parte infinitesimal de la hipnosis de la vida diaria.

Ya a fines del siglo pasado, el eminente neurólogo francés Charcot (18) había hecho, con respecto a la hipnosis, la sabia advertencia de que “el deseo de comenzar con el estudio de los fenómenos más misteriosos, más atrayentes, más raros...ha retardado en veinte o treinta años el conocimiento de la verdad”.


1. Pavlov, I. P.: Los reflejos condicionados a la psicopatología y psiquiatría, Ed. Pueblos Unidos, Montevideo, 1945.
2. Ratner, S. C.: Hypnotic reactions of rabbits, “Psychol. Rep”, 4: 209-210, 1958.
3. Rickmann, W. W.: citado por Ivanov-Smolensky, Esbozos, Editorial Universitaria, Buenos Aires, 1955.
4. Sobrad, D.: Paroxyzmálny Ütlm. “Vydavatelstvo Slovenkey Akadémie vied Bratislava”, 1959, Checoeslovakia.
5. Faría, J. C. de: De la cause du sommeil ou étude de la nature de l´homme”, París, 1819.
6. Milechnin, A.: The Pavlovian Síndrome- a trance state developing in starvation victims, “American Journal of Clinical Hypnosis”, Vol. IV, N°3, 1962.
7. Ayarragaray, L.: “Pasiones”, Estudios Médico-Sociales, J. Peuser, Buenos Aires, 1893.
8. Volgyesi, F. A.: El alma lo es todo, Luis de Caralt, Barcelona, 1913.
9. Woolman y Jacoby: Seminar on hipnosis (mimeografiado), Los Ángeles, 1953.
10. Solovey, G. y Milechnin, A.: El hipnotismo de hoy, Ed. Dyaus, Buenos Aires, 1957.
11. Milechnin, A.: La hipnosis, Hachette S. A.., Buenos Aires, 1961.
12. Paixao, P.: Nocoes de Letargia, Río de Janeiro, 1961.
13. Torres Norry, J. Y Chudnovsky, G.: Una operación de hernia inguinal bajo sueño hipnótico, “La Prensa Médica Argentina”, Vol. XLIII, N° 6, 1956.
14. Shlifer, R. Y.: La influencia de la inyección de adrenalina sobre la presión arterial durante el sueño experimental (hipnosis), en “Trabajos del Instituto Psiconeurológico de Ucrania”, Járkov, 1930.
15. Marchand, H.: Ubre vegetative Belanstungsproben bei hypnotisierten Versuchspersonen, “Medizin”, 9: 328, 1956.
16. Wolf, S.: Effects of suggestion and conditioning on the chemical agents in human subjects. The pharmacology of placebo action, “J. Clin. Invest.”, 29: 100, 1950.
17. Heilig, R. Y Hoff, H.: Uber hypnotische Beeinflussung der Nierefunktion, “Deutsche Med. Wchnschr”, 51: 1615, 1925 (b).
18. Charcot, J. M. : citado por Ingenieros, J.: Histeria y sugestión, Roggero-Ronal, Buenos Aires, 1952.